El Último Nombre

Relato presentado para el Concurso del Tintero de Oro sobre el anonimato y que quedó en cuarta posición: mil gracias a todos los que me votaron y enhorabuena a los ganadores, nominados y participantes. ¡Genial convocatoria, Bruno!


El vacío sobre su muñeca era más que piel desnuda: era un hueco en la memoria del mundo.

Trató de recordarlo —el nombre—, pero solo halló un rumor sordo, como si su mente tanteara un espacio donde antes hubo algo sólido. Se frotó la muñeca enrojecida, esperando que el tatuaje emergiera de la carne como un fantasma atrapado bajo la piel.

Nada.

La calle lo tragó enseguida. Los transeúntes pasaban a su lado, esquivándolo con la mirada vidriosa de quienes no ven lo que no existe. Ni un gesto, ni un roce, ni una palabra. Era una exhalación entre cuerpos.

Tocó su pecho con dedos entumecidos: sentía su latido. Existía. Pero para el mundo era una tachadura, una sombra sin contorno.

[Nombre no encontrado], susurraban los escáneres al rechazarlo en tiendas, puertas automáticas, registros. [Acceso denegado].

Cada noche buscaba su reflejo en los escaparates cerrados, esperando verse entero. Pero su imagen se deshilachaba, como si el olvido lo devorara.

Descubrió a otros como él: náufragos sin nombre que vagaban por los márgenes de la ciudad, invisibles. En los callejones, intercambiaban susurros rotos sobre rituales antiguos, métodos prohibidos para robar lo que ya no tenían.

Un nombre robado es un nombre ganado, decían.

Él no quería robar. No al principio.

Pero el frío era un cuchillo sin mango. El hambre, una marea sucia que lo arrastraba.

Esperó. Vigiló. Eligió.

El hombre era joven, descuidado, y llevaba su tatuaje expuesto como un talismán: Aldo Mires. Un nombre limpio. Suficiente.

La técnica era vieja: una aguja de obsidiana, unas gotas de sangre y memoria sostenida en la mirada.

No era rápido. Ni limpio.

Cuando el nombre ardió en su muñeca, fresco y doliente, sintió el peso de algo que había olvidado: existencia.

La piel rezumaba un calor sucio mientras las líneas se cerraban sobre su pulso. Aldo Mires. Un nombre que no era suyo, pero que ahora lo definía. Los sensores le devolvieron su reflejo: un rostro apenas reconocible, una máscara mal encajada.

Pero había algo más.

Frente al cristal sucio, los ojos que lo miraban eran pozos vacíos.

¿Quién era ahora?

La sangre nueva olía distinto. La culpa pesaba, sí, pero era un peso sin raíces. No había historia en aquel nombre. Ni amores. Ni culpas verdaderas. Solo una palabra adherida a su carne como un pellejo ajeno.

Era alguien. Y no era nadie.

Pasó días caminando con el nombre fresco en la piel, respondiendo a saludos que no entendía, fingiendo hábitos que no recordaba. Usurpaba una vida que se deshacía al tocarla.

Cada vez que pronunciaban “Aldo”, algo dentro de él crujía, como un hueso mal soldado.

Una noche, incapaz de dormir bajo el nombre robado, se acercó al río. El agua se movía despacio, arrastrando ramas, hojas, trozos de mundos olvidados.

Se descalzó. Dejó caer su chaqueta, su camisa, su historia prestada.

La corriente lamía sus pies.

El tatuaje ardía como una llaga viva.

Se miró la muñeca.

Y con las uñas, despacio, empezó a desgarrar las primeras letras.

La piel cedió. El agua se tiñó de rojo.

Bajo la luz mortecina, el río parecía un paño sucio, una sábana sin costuras, un olvido sin fondo.

Avanzó.

Cada paso arrancaba algo más: la piel, el nombre, el eco.

Cuando el agua cubrió sus labios, el mundo olvidó que alguna vez hubo alguien que tuvo un nombre.

Solo el río, con su paciencia inhumana, lo acogió.

El tatuaje —fragmentado, sangrante— flotó un instante, una constelación rota sobre la piel del agua, antes de hundirse también.

[Fin de registro]


Por si crees que a alguien más le gustaría.

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Dakota
29 de junio de 2025 12:22

Hola Miguel, me daba en la nariz que este relato era tuyo, jajaja. Tienes un estilo inconfundible.
Estaba entre mis favoritos para podio.

Uno es quien es, robar un nombre no le iba hacer ser alguien.

Un final para él y el nombre sustraído, bajo el agua del río que lo ve desaparecer.

Un abrazo grande🌹

Merche
29 de junio de 2025 12:51

Hola, Miguel, en cuanto lo leí supe que era tuyo el relato. No pretendía adivinar quién había escrito cada relato, quise dejarme llevar por lo que las palabras me transmitían, además de que en eso consistía el reto de Bruno, pero el tuyo se adivinaba en cada palabra. Tienes un estilo inconfundible, no solo en la forma de narrar, sino también en el contenido, sea de lo que sea. Del mismo modo los incisos (nombre no encontrado, fin de registro, etc.), que parecían enunciados, como tú sueles poner, eran muy tuyos. Tienes un estilo propio muy consolidado. Te va bien, por tanto no lo dejes, jeje.
En cuanto a la temática del relato, muy profundo, en tu línea también, de esos que tienes que volver para atrás para volver a leer y sacarle todo el jugo; lleno de símbolos, metáforas y sentencias que te dejan expectante. Una escritura de libro, en fin.
Enhorabuena por tu mención, me sorprendió que no estuvieras en el primer puesto, la verdad, lo esperaba.
Un fuerte abrazo. 🙂 🤗

ana piera
29 de junio de 2025 15:43

Hola Miguel, cuando lo leí como anónimo en El Tintero me gustó enseguida. Confieso que no pude adivinar que era tuyo, pero ahora que lo vuelvo a leer ahí estaban las señales jejeje. Bueno, me fascinó la idea: robar de esa forma tan cruda la identidad de otra persona para poder sobrevivir.
Me imagino un mundo distópico en el que él de alguna forma perdió lo que ante el mundo lo identificaba (un ex-presidiario, un fugado… algo así). Nos haces sentir ese desamparo de no ser nadie para el mundo, pero la "solución" tampoco es buena, pesa en el alma. El final es trágico pero me parece que no había otra salida posible. Como siempre narrado de forma impecable, transmitiéndonos sensaciones que van pesando en el corazón. Uno siente lástima por tu protagonista, al final el río es quien lo recibe. Me quedé pensando en el verdadero Aldo Mires, quizás iniciando el mismo ciclo de tu prota, y tal vez acabando igual que él. De la violencia nunca viene nada bueno. Felicidades también por tu mención. Abrazo fuerte.

Themis
29 de junio de 2025 15:59

Hola Miguel, aquí ando leyendo esos cuentos presentados en el Concurso del Tintero de Oro y me encuentro con tu cuarto lugar, felicidades, es un muy buen relato, más allá que me hizo en muchos momentos sentir tan claramente el efecto de la extracción del tatuaje con esa obsidiana, tan clásica para un buen trabajo, que mi estómago se cerró y se retorció, sin embargo no me detuvo en seguir adelante, quería saber a dónde llegaba qué era lo que iba a suceder, en qué iba a decantar y caray!, qué final!, demoledor y sin prisas. Abrazo bien grande

Marcos
30 de junio de 2025 04:45

Hola Miguel. Tu relato explora la pérdida de identidad y el vacío existencial en un
mundo que parece borrar a las personas.

Creas una atmósfera densa y opresiva que te arrastra con la propia historia. La
imagen de la muñeca vacía, el rumor sordo en la mente y la invisibilidad del
protagonista frente a los demás crean una sensación de desamparo que pega
fuerte.

El relato avanza con un ritmo que mezcla introspección y
acción contenida, como cuando describe al protagonista como una “tachadura” o
una “sombra sin contorno”. Esas metáforas funcionan bien para transmitir la
deshumanización que inunda a un protagonista sin espíritu.

La transición hacia el acto de robar un nombre es brutal, con detalles como la
aguja de obsidiana y la sangre que hacen que el momento sea visceral y memorable.

La imagen del tatuaje flotando como una “constelación rota” es de lo mejor.

Te felicito.

Un abrazo.

Último editado 13 días hace por Tarkion
Maite-Volarela
Maite-Volarela
30 de junio de 2025 07:33

¡Hola, Tarkión!
"El tatuaje ardía como una llaga viva"
Metáforas como ésta son indudablemente tu firma. Pero también el ritmo sincopado, recalcando cada frase como si fueran verso dentro de un gran poema visual.

Enhorabuena por ese cuarto puesto (practicamente un bronce junto a Merche por la puntuación)!!
Traiste un relato tan llamativo por su originalidad como intenso; simbólico también. Me hizo pensar en la búsqueda de nuestra propia identidad. Crea esa angustia de no encontrarse a sí mismo; esa inconsistencia del ser, que fluctúa como las aguas de un río. El final, fundido a las aguas del río recalca aún más esa dilución y falta de forma (a mi parecer).
Muy bueno!
Un abrazo afectuoso 🙂

Marta Navarro
Marta Navarro
30 de junio de 2025 11:27

Qué gran relato, Miguel. Una historia llena de desamparo, de soledad, de culpa y arrepentimiento, muy simbólica también. Contagias esas sensaciones de un modo que encoge el alma y hace comprender la huida hacia delante del protagonista con el robo del nombre y el enorme desconcierto posterior. El tono del relato, la atmósfera, la condena de inexistencia, todo va llevando hacia un final tan tremendo como inevitable. Me ha gustado muchísimo. Besos y enhorabuena por la mención.

Enrique Bravo
1 de julio de 2025 14:15

¡Hola, Miguel! Tu relato fue uno de los pocos que creí reconocer. Me encantó desde el principio y corrí a apuntarlo en mi lista de posibles premiados. Es una historia atrapante y llena de frases brillantes. Enhorabuena por esa merecida mención.

Como curiosidad, sin habernos leído el uno al otro, nuestros personajes principales se llaman Aldo. Mira que hay nombres… Tremenda casualidad.

Un abrazo y feliz verano.

Beatriz
1 de julio de 2025 21:52

Hola, Miguel. Qué relato tan sobrecogedor. La sensación de volverse invisible, de convertirse en nadie y vivir en una soledad absoluta. Y esa "solución" terrible que, lejos de aliviar, acaba siendo una carga imposible de sostener, abocada a la tragedia.

Lo más triste es saber que la primera parte de tu relato no es ficción para muchas personas, sino una realidad diaria.

Enhorabuena por ese merecido cuarto puesto. La imagen del principio es impresionante. Un fuerte abrazo 🤗

Idalia H. Payano T.
2 de julio de 2025 05:31

Hola Miguel, un relato con tu sello inconfundible, palabras, frases, tecnología, y hasta la trama que es muy tecnológica también, por esos escáner que te registran, y si no apareces, pues no existes y fin. Así andaremos cuando nos metan ese chip identificador dentro de poco, solo un código QR, no importaran nuestros rasgos, origen, familia, sentimientos, educacion, rango social ni nada solo la información que recopilemos a diario en ese chip será importante.

Creo que yo ando por esos mismos derroteros de tu protagonista, casi me he vuelto invisible para la mayoría, no existo tecnológicamente hablando, pero la diferencia con ese sin nombre es que en mi sigue pesando y cada vez más acentuada la existencia, que es lo único que no dejaría perder.

Te relato me ha parecido muy reflexivo, en este mundo actual en el que se vive una vida casi totalmente virtual e irreal, el que no tiene muchos seguidores, no recibe muchos like, no sube fotos a diario de una vida social activa y muestra todo, absolutamente todo, hasta lo que no debe, de seguro pierde su nombre y se convierte en un olvidado.

¿Pero, qué es un nombre en realidad? Solo letras y nada más. Te pueden decir por la calle ¡Hey! y de seguro volteas a ver sin ser tu nombre…
Lo que nos define es lo que sentimos por dentro, lo que no mostramos tan fácilmente, lo que proyectamos con nuestro accionar inconsciente, lo que realmente somos, el Ser que nos habita, porque no podemos negar su esencia.
Precisamente tu protagonista termina arrepintiéndose de robar un nombre y los remordimientos no lo dejan seguir viviendo, porque aun sentía y tenía consciencia de su antiguo y verdadero Ser.

Pobre humanidad que se ha aferrado a un nombre y perdido su propia identidad y consciencia de existir.

Muy buen relato Miguel, lleno de simbolismos. Exitos y mucha salud.

Jorge Valín
Jorge Valín
2 de julio de 2025 17:23

Hola Miguel. Confieso que este fue de los pocos relatos en los que acerté al autor, creyendo reconocer, acertadamente, tu forma de escribir enigmática y contundente. Un relato que esconde a mi entender una critica social al anonimato de las masas y a las etiquetas que se nos imponen en la sociedad, como si tuviéramos que definirnos dentro de una línea de pensamiento o actuación predeterminadas y agruparnos en bandos clasificados. El anónimo es el bicho raro que va contra el sistema, que necesita finalmente una etiqueta para sentirse parte de algo pero que, como le pasa al protagonista, cuando se respira la libertad e identidad propias las etiquetas pesan hasta hacerse insoportable. Buen trabajo. Un abrazo.

Maty Marín
3 de julio de 2025 09:22

¡Miguel Miguel! ¿No te desmayas de la impresión de que todos ya te olfatean? No puedo decir eso yo porque aquí es que lo he leído. Pero sí, eres bárbaro. Has logrado que se te reconozca, caray! Es un relato que estremece (nada raro en ti, pero siempre siempre sorprendente). Pero para qué te digo que no si sí: también te hubiese reconocido ☺️. Eres ÚNICO.

¿Cuántos abrazos me aceptas hoy? Pues ahí te van, cuéntalos!

Besito en la frente.

Óscar Iglesias Casado
5 de julio de 2025 10:30

Muy bueno, querido Miguel, me encantó, un saludo, espero te pases por mis blogs de nuevo, sería un gran honor, gracias.

gabiliante
6 de julio de 2025 06:14

Dicen que ya lo saben todo de nosotros, que el control es mayor del que pensamos, que el objetivo es controlar todo y cuanto más crece la tecnología, más crecen las posibilidades, y que cedemos nuestra privacidad/libertsd gratis a cambio de seguridad. Tenemos la suerte de que nuestra vida no les interesa ( excepto s hacienda y adlsteres), y por eso ni hurgando ni nos preocupa.
El sinnombre es hoy en día un sintarjetadecredito, o quizás más bien sin móvil.
No sabemos cuanto cambiáran las cosas y hasta domde llegaremos, pero en un futuro no demasiado lejano, creo que este hombre, con dinero en efectivo ( mientras nos permitan usarlo) sería el mas feliz del mundo. Excepto por no tener tatuajes, eso lo hace raro hasta hoy en día.
Esta situación, hoy en día es imposible incluso haciendo todo lo posible por conseguirla.
No te acerté, aunque después de releer es cierto que eras bastante reconocible ( a toro pasado..)
Abrazooo

Estrella Pisa
10 de julio de 2025 17:05

Magnífico relato, Miguel.
Lo acabo de descubrir porque últimamente no me estoy prodigando mucho por la blogosfera.
Creo que, con cada nuevo relato, te vas creciendo un poco más. Tu estilo es inconfundible por la magia que se desprende de tus juegos de palabras. No sé cómo lo haces, pero logras que cada historia que te dispones a narrar nos emocione hasta la médula. No dejes nunca de escribir ni de creer en ti.
Un abrazo enorme.

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