Micro para el microrreto de marzo (2025) de El Tintero de Oro
El reloj sumergido marcaba la hora exacta en que dejaron de soñarse.
Él —o ella, o ambos— solía cerrar los ojos y sentir cómo las paredes latían al compás de una melodía sin nombre. Caminaban por pasillos que se curvaban como costillas, se encontraban al borde de acantilados suspendidos en agua, intercambiaban promesas escritas con tinta de viento. Pero aquella mañana, la ciudad onírica amaneció deshabitada.
No hubo discusión. No hubo grietas. Solo el crujido suave de algo esencial desmoronándose sin ruido.
Ella —o él, o nadie— se detuvo en mitad de la nada. Llevaba en la mano una llave sin cerradura. Bajo sus pies, el suelo susurraba con un idioma antiguo y húmedo. El otro no estaba. No llegaría tarde. No estaba atrapado en un sueño distinto. Simplemente, ya no soñaba con ella. Ni ella con él.
El mundo no se rompió. Fue peor: siguió girando. Imperturbable. Implacable.
El viento arrastró los pétalos marchitos de un recuerdo sin dueño. La casa que construyeron juntos —de palabras, de tactos, de alientos— se deshizo en niebla, sin violencia. Solo se borró.
Y al despertar, la ausencia no era hueco. Era un lugar entero. Un país sin fronteras donde el amor había sucedido. Pero ya no estaba.
Ni quedaba camino de regreso.
El silencio no dolía: pesaba. Una bruma tibia e inmóvil lo llenaba todo. Y en ella, el eco de lo que fue.
El desamor no gritaba.
Solo existía.
Para siempre.
Jamás.
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Hola Tarkion, que bien te ha quedado este reto al desamor, cuando el tiempo se acaba, se toman caminos diferentes, ya no hay sueños. "El silencio no dolía, pesaba…" que gran razón en ese sentir.
Un abrazo Tarkion.
Te felicito, a mi me ha emocionado.
¡Buenas, Dakota!
Qué alegría verte por aquí. Me emociona que te haya llegado ese “pesar sin dolor”, esa forma tan silenciosa que a veces tiene el desamor para ocuparlo todo. Agradezco mucho tus palabras, de corazón. Me alegra saber que el micro te ha emocionado, porque está escrito desde ese lugar sin puertas, donde solo queda lo que fue.
¡Un abrazo, compañera!
Hola, Miguel, qué bien que te hayas unido al reto del Tintero, blog del que soy una de las administradoras. Me alegro, espero que sigas participando en esta gran comunidad.
Tu micro, muy tuyo, muy a tu estilo, con un desamor general y una frase final de Peter Pan pero que, sin embargo, no dice lo mismo ni mucho menos. Micro de segundas y terceras lecturas. Lo que me sorprende, y mucho, es que hayas respetado las 250 palabras (conociéndote seguro que este es el relato corto y el largo lo tienes por ahí guardado). 😉
Un abrazo. 🤗
¡Bienvenido al Tintero de oro!
¡Buenas, Merche!
Qué lujo tenerte por aquí, y más aún sabiendo que formas parte del Tintero, que me parece una iniciativa preciosa.
Lo de las 250 palabras… ha sido una tortura. Te confieso que tenía otra versión extendida… bueno, varias, claro —ya sabes cómo soy 😅. Reducir tanto fue un auténtico suplicio. Hubo un momento en que casi tiro la toalla, pero también soy cabezota y quería participar sí o sí, aunque no haya quedado del todo conforme.
Y sí, la frase final es un guiño retorcido a Peter Pan, porque aquí el “jamás” no es promesa de infancia eterna, sino el eco de un amor que ya no sueña. Que jamás volverá.
¡Muchas gracias por pasarte!
¡Un abrazo, compañera!
Dicen que cuando una puerta se abre otra se cierra. A veces es más importante acertar qué puerta abrir que tener la llave para ello. Es casi una encrucijada.
¡Buenas, Cabrónidas!
Sí, justo eso: a veces no basta con tener la llave… si ni siquiera sabemos qué puerta estamos dejando atrás. Me ha gustado mucho lo de la encrucijada.
En este micro, la puerta ya no lleva a ninguna parte, porque —en ese espacio onírico y sin nombres— ambos dejaron de soñarla al mismo tiempo. El "ambos" es metafórico, claro, como lo es todo en este mundo que ya no es recuerdo, ni deseo, ni futuro. Solo ausencia.
Y ese “casi” que mencionas… ese “casi” es lo que más pesa.
¡Un abrazo, compañero!
Hola, Tarkion.
Cuando ya no queda ningún vínculo que una, cuando se es consciente de que eso que antes se compartía se ha desfigurado hasta convertiste en nada, es un final. Doloroso en pérdida, pero es mejor que vivir en una mentira.
Lo has escenificado perfectamente, con esa reiteración de ella, él o nadie. No hay culpables, simplemente no hay camino que compartir.
Un fuerte abrazo.
¡Hola, Irene!
Me ha gustado mucho cómo lo has dicho: “no hay camino que compartir”. Exactamente eso. A veces no hay traición ni drama, solo el desdibujarse de lo compartido. Me parecía importante no buscar culpables en este micro, sino mostrar el instante exacto en que los sueños dejan de encontrarse. Un final sin ruido… pero con todo el peso.
Gracias por leerlo con esa sensibilidad tan certera.
Un fuerte abrazo.
Hola, Miguel. Muchas gracias por tu aporte al Tintero de Oro. Un abrazo muy fuerte.
Bruno.
¡Hola, Bruno!
Gracias a ti por mantener vivo este rincón tan especial como es el Tintero y que acabo de encontrar. Ha sido un reto escribir algo tan contenido, pero también una experiencia interesante.
¡Un abrazo, compañero!
Cuando todo se va desvaneciendo más vale soltar y seguir el camino, sin sueños, sin ilusiones, sin necedades de querer recomponer algo que se ha diluido y que deja un dejo de vacío, a veces difícill de llenar, muy bueno.
Sí, que fue un gran reto para tí acostumbrado a escribir y escribir y ahora a resumir, resumir, una forma importante de manejar ambos extremos y de esa forma llegar al justo medio. Abrazo grande Tarkion y felicidades
¡Hola, Themis!
Qué hermoso lo que dices. Justo eso intenté transmitir: que hay veces en que seguir no es huida, sino la única forma de ser fiel a lo vivido. Ese “dejo de vacío” que nombras… es lo que queda cuando ya no hay ilusión, pero tampoco rabia. Solo esa bruma.
Y sí, resumir fue todo un ejercicio de contención, casi como escribir con el cuerpo apretado. Pero bueno, ha sido muy interesante jaja
¡Gracias por estar! ¡Un abrazo!.
El fin de un amor sin culpables. Algo que, simplemente, sucede. Interesante punto de vista.
Un saludo.
Hola, Necco.
Sí, exactamente: un final sin culpables. Algo que simplemente se extingue, como un fuego que ya no tiene aire. Me interesaba ese enfoque porque a veces el verdadero drama no está en lo que se rompe o cómo lo hace, sino en lo que se desvanece. Y a veces, ni siquiera es drama, llamémosle ley de vida o como cada uno lo entienda.
Gracias por pasarte y dejar tu mirada.
Un saludo.
Me gusta mucho la manera que describes el desamor, muy buen micro. No siempre hay motivos, a veces simplemente el amor se acaba así sin más.
Saludos.
PATRICIA F.
¡Hola, Patricia!
Me alegra mucho que te haya gustado el micro. Justo eso quería transmitir: que a veces el amor no muere con ruido ni culpa, sino que simplemente… se acaba. Como si una brisa se llevara lo último que quedaba, sin aspavientos.
Gracias por tus palabras y por pasarte a leer.
Un saludo enorme.
Hola, Tarkion, lo primero decir que la imagen es preciosa.
Me ha encantado la forma en que representas el fin de un amor a través de los sueños, y como valiéndote de encuentros oníricos, describes con tan delicados argumentos poéticos (esos acantilados suspendidos en agua, esas promesas escritas con tinta de viento…) andanzas nocturnas de la pareja que se ama. Luego un cambio de panorama, la ciudad deshabitada, algo que silenciosamente se desmoronaba, ausencias, ahora solo hay desencuentros, recuerdos sin dueños, todo sigue igual, pero ellos ya no están presentes, solo queda la bruma del desamor, sin dolor y sin rencor.
Esa primera línea es hermosa, representa el momento exacto en que el desamor asomó impidiendo sus sueños. Esa llave sin cerradura, representa la liberación de ambos para tomar rumbos diferentes.
Excelente micro, delicioso en su contenido, maduro en su manera de fluir ante la pérdida del amor y asumir un desamor no deseado quizás, pero sí evidente, al que no se le resiste, solo se acepta con valentía ese Jamás.
Si todos los desamores fueran asi, seria mas sencillo afrontar el desamor que lidiar con un amor corroído . Un placer leer tu aporte Tarkion, gratos días venideros.
Hola, Idalia.
Me ha gustado mucho cómo has leído el relato, no solo por lo que señalas, sino por desde dónde lo haces. Esa transición que mencionas —del espacio onírico compartido a la desolación sin retorno— es, para mí, el corazón del texto. Hay algo profundamente triste en dejar de soñarse mutuamente sin que medie ruptura, trauma o traición. Solo el cese. Como si los hilos que tejían esa realidad compartida se hubieran desvanecido en silencio.
También has captado con mucha claridad algo que me obsesionaba al escribirlo: que el mundo no se rompa, sino que siga igual, intacto, pero ya sin ellos. Ese tipo de pérdida —la que no detiene nada ni altera el curso de nada— tiene un peso distinto. No genera drama, solo persistencia… y ausencia.
En cuanto a lo que comentas de que “si todos los desamores fueran así, sería más sencillo afrontarlos que lidiar con un amor corroído”, me parece muy lúcida desde lo emocional. En mi intención, el relato esta escrito desde un plano más simbólico y universal: desde el principio quería abordar un desamor puro, no contaminado por las emociones humanas, sino como un desvanecimiento inevitable. Una especie de desaparición suave, sin culpa ni rabia. Solo ese momento exacto en que dos sueños dejan de encontrarse.
Y sobre la “llave sin cerradura”, me encanta tu visión de ella como símbolo de liberación. En el texto, me interesaba que quedara ambigua: puede ser la llave que ya no abre el regreso, la que confirma que no hay puerta posible… o tal vez, como tú apuntas, una forma de soltarse. Pero lo importante, creo, es que aún permanece. Ese símbolo es lo único que queda del vínculo.
Gracias por tu lectura serena y por traer una mirada tan simbólica al texto.
¡Un abrazo!
Un crujido, un silencio, un vacío que lo llena todo…. Qué preciosidad de micro, Tarkion. Poético y resignado, lleno de imágenes que muestran muy bien el contraste entre el amor vivido, soñado, y el despertar a una realidad inhóspita y llena de ausencia (y ese mundo que sigue girando, ¡ay!). Me ha gustado muchísimo.
¡Buenas, Marta!
Me alegra muchísimo que te haya llegado así. Esa frase del mundo que sigue girando, sí… es de esas verdades incómodas que uno no -a veces- no sabe cómo asimilar. El micro nace justo de ahí: del contraste entre el amor vivido y la ausencia que no se rompe, solo se queda. Gracias por tu lectura tan atenta, por tu amabilidad y por ponerle palabras a esa resonancia.
¡Un abrazo, compañera!
Desamor, algo muy común en este mundo, más que en el amor, a decir verdad, pero el mundo sigue girando y salimos adelante, precioso, amigo, un abrazo.
¡Buenas, Oscar!
Qué razón llevas… el desamor es un viejo conocido que a veces no necesita ni drama ni ruido, solo esa persistencia incómoda de lo que ya no está. Pero sí: salimos adelante. Me alegra que te haya gustado. Gracias por pasarte y dejar tu presencia.
¡Un abrazo, compañero!
El fin de un amor donde nadie es culpable de ese final, solo el paso del tiempo es el origen de todo.
Precioso micro relato Miguel .
Un abrazo
¡Buenas, Puri!
Eso era exactamente lo que quería transmitir: que no siempre hay culpables ni giros trágicos. A veces, simplemente, todo cambia con el tiempo. Y aunque duele, también libera. Gracias por tus amables palabras, Puri.
¡Un abrazo, compañera!
¡Hola Tarkion! Un relato muy sentido y visual sobre el desamor. La manera en que narras como cuando acaba el amor no se acaba el mundo me gusta mucho, es muy poética. El micro esta lleno de frases muy potentes como "El mundo no se rompió. Fue peor: siguió girando". El amor a veces se esfuma y no hay nada que podamos hacer. Y tu micro transmite muy bien esa situación.
Un saludo.
¡Buenas, Rocío!
Gracias por pasar y por tus amables palabras. Para mí ahí está el núcleo del relato: cuando todo cambia para uno, pero el mundo sigue su curso, impasible. Es esa sensación de soledad tan vívida, cuando ni siquiera hay una ruptura visible, solo el peso de la ausencia, como una bruma suave pero ineludible.
Me alegra que hayas sentido la poética del texto, porque lo escribí desde un lugar simbólico, intentando no explicar, sino sugerir. El “desamor” aquí no es un final con culpables, sino una desaparición de lo compartido. Y eso —creo— es lo que más pesa: no hay rencor, ni despecho, solo la certeza de que ya no hay un lugar común donde encontrarse.
Gracias por acercarte con tanta sensibilidad y por quedarte con esas frases que dejan eco.
¡Un abrazo, compañera!
Si las paredes latían siguiendo una melodía sin nombre es porque algo les unía aún, aunque se trataba de la última hebra. Hay un abismo que se abre para separarlos. La simbología entre pasillos y costillas sugiere que la relación entre ambos había empezado a cobrar tintes de pesadilla. Solían intercambiar promesas escritas con tinta que no deja huella, pero cruje algo esencial y la ciudad virtual donde habitan las dos almas se queda vacía con el siguiente amanecer. Algo crucial se viene abajo en silencio.
El otro había dejado de habitar en el mismo sueño que ella. Lo que se rompe es el vínculo real entre ellos, pero el resto del mundo sigue igual, girando de forma inexorable, como el curso del tiempo que les ha distanciado.
De lo que hubo entre ellos tan solo hay un resto marchito que se ha desvanecido. Con el nuevo día, no queda más que un lugar vacío allá donde hubo una presencia enamorada, un alma compartida, un corazón latiendo de amor.
No vale la pena intentar encontrar un camino de regreso porque el mundo sigue girando y el paso del tiempo impide que haya redención y vuelta atrás. El silencio impone su quietud sellando la lápida de aquel amor que alguna vez fue.
Tan solo girones de bruma y eco habitaban la ciudad olvidada.
Te felicito, Miguel.
Un fuerte abrazo, diseñador de composiciones oníricas.
¡Buenas, Marcos!
¡Gracias por pasar! Me ha encantado cómo has leído el texto desde el ritmo interno de sus imágenes: esas paredes que laten, esa última hebra que se rompe sin romper nada… Lo describes con una precisión que, más que análisis, parece resonancia. Y eso siempre se agradece.
Me gusta mucho que hayas captado esa transición: de los sueños compartidos a la ciudad deshabitada. Y que lo que desaparece no es una persona, sino la realidad que tejían juntos. No hay ruptura violenta, solo un “ya no”.
Lo de la tinta que no deja huella, lo señalas muy bien. Son promesas que existieron, pero que no dejaron rastro en el presente. Como si la realidad las hubiera diluido sin necesidad de romperlas.
Y sí, justo eso: el mundo sigue girando. Lo que se pierde no es el mundo, sino el lugar que ocupaban en él. Esa persistencia del entorno es lo que más pesa. No hay pausa, no hay drama externo. Solo ese tipo de duelo que no hace ruido pero lo cubre todo.
Gracias, de verdad, por esta lectura tan afinada. Que está hecha desde dentro del relato, como si te hubieras sentado a escucharlo en voz baja.
¡Un abrazo, compañero!
Magnífico relato. Me encanta cómo has transmitido la sensación de que por muy triste que sea para los protagonistas, el mundo no se acaba, ni siquiera ellos mismos se acaban. Todo sigue su curso normal, tan solo hay dos personas que, como bien dices, ya no sueñan juntas. Lo has descrito además con mucha belleza.
Un abrazo.
¡Hola, Rosa!
Qué bonito lo que dices: “ni siquiera ellos mismos se acaban”. Me parece una frase preciosa, y muy cierta. Porque a veces el fin de un amor no es destrucción, es simplemente una nueva forma de existir, aunque ya no sea compartida.
Gracias por leer con tanta sensibilidad, y por encontrar belleza incluso en lo que se disuelve. Me alegra mucho que el relato te haya llegado así, con esa calma triste que deja lo que fue.
Un abrazo grande, compañera. Y gracias por pasarte.
Hola Tarkion, ya veo que Merche sí que te ha metido a todo jajaja. Me da mucho gusto verte por acá también. Me encanta tu relato, tu propuesta. Me parece super interesante lo del mundo onírico y el dejar de soñarse, darse cuenta que el otro YA NO ESTÁ. Y luego el derrumbe de ese mundo construido por los dos, dejando al desamor existiendo. Hay poesía en tu relato, hay belleza, y lo más importante, nos haces sentir como si fuéramos nosotros los dejados. Te felicito, y la imagen está genial también. Veo que tambien se te dan muy bien los relatos cortos, aunque ya sé que prefieres las cosas un poco más extensas. Un gran aporte al Tintero. Te dejo abrazos.
¡Hola, Ana!
Sí, sí… Merche me lanzó al ruedo del Tintero y ahí he estado, intentando que las palabras no se me rebelaran antes de llegar a tan cercano punto final 😅.
Me alegra mucho que hayas conectado con esa idea del “dejar de soñarse”. Era justo lo que quería explorar: ese momento en el que el amor no se rompe con furia ni con drama, sino que simplemente deja de estar. Como un suspiro que no vuelve. Como una ciudad que, de pronto, se despierta vacía.
Y me encanta lo que dices de que el lector casi se siente “el dejado”. Ese era el propósito: que no hiciera falta nombrar a nadie para que todos pudiéramos ser “él”, “ella”, o “ambos”.
Gracias por leerlo con tanta sensibilidad y tus amables palabras, Ana. Y gracias también por la sonrisa que me sacaste con esa frase de “ya veo que Merche sí que te ha metido a todo” 😂. ¡Lo siguiente será montar un club de damnificados por su persuasión bloguera!
Un abrazo enorme, compañera.
Preciosa historia, Miguel.
Además, narrada de forma exquisita. Es pura poesía. Ese dejar de soñarse, esa ausencia que no era hueco, sino un lugar entero. Qué manera tan magistral de jugar con las palabras y de acertarlas a la primera.
Magnífico aporte. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo un relato.
Un fuerte abrazo.
¡Hola, Estrella!
Me alegra mucho que hayas sentido el micro como algo poético. A veces, lo que más cuesta no es contar una historia, sino encontrar el tono justo para que no grite lo que debería susurrar. Ese “dejar de soñarse” fue, para mí, la forma más delicada de hablar de un final que no se rompe: solo deja de ser.
Muchas gracias por tu lectura generosa y por compartir esa sensación de disfrute. No siempre logramos que las palabras lleguen así y es el mejor regalo que se puede recibir.
¡Un abrazo, compañera!
Hola, Tarkion. Es la primera vez que te leo y me pareció un magnífico relato, lleno de poesía, imágenes, sensaciones. Era peor… el mundo siguió andando… El desamor no dolía, existía. Frases profundas para recordar.
Un abrazo
Hola, Mirna.
Gracias por acercarte y por dejar esas palabras tan amables. Me alegra que este micro haya conectado contigo. La idea de que el mundo siga girando mientras algo se desvanece por dentro… es quizá una de las formas más silenciosas de pérdida. Me interesaba justo eso: mostrarlo sin dramatismo, pero con todo su peso.
Un gusto tenerte por aquí.
Un abrazo.
Takión es la primera vez que visito tu blog. Es un relato exquisito donde los caminos se separan y el tiempo lo desvanece. Un saludo.
Mi blog es : https://mariacarmenpiriz.blogspot.com/
¡Hola, Mamen!
Gracias por pasarte y dejar tu impresión. Ya me he pasado por tu blog, y te agradezco que dejaras el enlace.
Un saludo.
Hola Tarkion, que bien descritas esa ausencia que lo invade todo cuando el amor se rompe, él, ella o nadie, qué importancia tiene cuando el silencio pesa tanto como la ausencia.
Es lo que llega al desvanecerse todo lo que se ha construido, quizás la congoja del dolor por la ruptura, o quién sabe, tal vez ese silencio sea al final una liberación.
Me gustó mucho tu relato.
Saludos
Hola, Nuria:
Qué bien lo has dicho: “cuando el silencio pesa tanto como la ausencia”. Ese era el centro del relato, más que el drama o la ruptura. Quería capturar ese instante en que lo que se compartía simplemente deja de estar, sin que nadie lo rompa… ni lo salve.
Y sí, tal vez sea una forma de liberación. Pero de esas que no llegan con alivio, sino con bruma.
Gracias por leerlo así, con pausa y con esa sensibilidad que se nota en cada línea de tu comentario.
Un abrazo.
Hola, Miguel si me lo permites. Soy Isra. Compañero, ya sabes.
Como lector, me gusta que me hagan trabajar. Por eso prefiero siempre los libros a las películas, pues estas le usurpan el territorio a mi propia imaginación. Así que cuando me encuentro con un texto que me obliga, yo me entrego. Cuando ese texto empieza hablando de un reloj sumergido, desde ese momento ya pongo de mi parte, y lo hago encantado. Y cuando me encuentro que está sembrado de metáforas como un campo de minas, saboreo cada jodida frase. Cuando ahí no se cuenta, sino que se muestra, leer es un verdadero deleite: es más trabajo, pero es el trabajo que a uno le gusta hacer. Cuando los adjetivos van detrás de los sustantivos siento que el autor es honesto conmigo, que su lenguaje no es impostado, que su lírica va más allá de la proverbial, tan manida, de convertir prosa en verso abusando sin medida del salto de línea, porque para mí la poesía no es solo forma: es la estética de la semántica.
Cuando los verbos importan, y tienen significado mucho más allá de la acción, entonces sé que estoy ante alguien que conoce y ama el lenguaje, más aún cuando esos verbos se procuran sujetos inesperados, y a sazón el sustantivo enriquece al verbo, paredes que laten, y el verbo mima al nombre, silencio que pesa.
Aún más. Cuando la longitud de las frases hace de ellas baile y no desfile, y ellas van marcando un compás variable que te mete en la trama o te saca suavemente de ella, haciendo del final un juego de ecos que le da verdadero sentido a la eternidad implícita de esa última palabra, joder, eso se percibe y se agradece. Cuando un texto te hace preguntarte si eso es un polisíndeton, si aquello una anáfora, si tal vez una metonimia, si una personificación o si desde luego una metáfora, resulta que además de leer —de disfrutar leyendo—, aprendes, porque la virtud del ejemplo está en que en realidad no sea solo un ejemplo.
Pero cuando se te mete un párrafo como una china en el zapato, y esa imagen de los pétalos marchitos de una flor que no es flor sino un recuerdo sin dueño, junto a la de una casa que, en realidad, era tan leve que nadie tuvo que demolerla, esa imagen, digo, vuelve una y otra vez, y te molesta, porque escribir también es molestar, y porque duele, y te transmite sin decirlo siquiera esa sensación de vacío y de pequeño duelo que reside siempre en el desamor, entonces tú te dices que todo lo demás es trama, pero eso, ese parrafillo, es la esencia, y todo gira en torno a él, y el resto lo rodea y lo explica y lo justifica y hasta lo pone en suerte, pero eso de ahí lo dice todo, y si quitaras todo lo demás, lo seguiría diciendo. Y como yo recuerdo haber leído como se construye un arco de piedra, se ponerle nombre a ese párrafo: dovela.
He leído en los comentarios que eres, como yo, de textos largos, y que esas 250 palabras son el resultado de una poda dolorosa. Te comprendo. Podar es un fastidio, pero de estas aventuras aprendí que también es necesario, incluso conveniente. Suele mejorar el texto. Aporta, aunque parezca que merma. En toda partitura hay silencios, y los silencios importan… y son propiedad exclusiva del lector.
Un abrazo, compañero.
¡Hola, Isra!
¿Sabes que estuve en Minas de Riotinto hace más de treinta años? En aquel entonces estudiaba Magisterio en Huelva… Me trajo recuerdos tu magnífico relato.
Pero hablemos: tu comentario —a ver cómo te lo digo— es de esos que uno no se encuentra todos los días. No solo por el nivel, que es altísimo, sino por la manera en que dialogas con el texto y conmigo; es una conversación, y eso lo valoro muchísimo.
Sobre la parte en la que hablas del “campo de minas de metáforas”: esa imagen es fabulosa. Pero nace del intento: condensar, sugerir, evitar nombrar directamente lo que ya flotaba en el ambiente. Que el lector no solo entienda, sino que sienta. Como bien dices, escribir también es molestar, incomodar con algo que se queda dentro. Que vuelve. Que pesa. Esa china, ¿no?
Lo cierto es que me esforcé mucho en el ritmo interno del micro, intentando que la variación de las frases no fuera solo estética, sino que acompañara el vaivén emocional de la historia: lo que se recuerda, lo que se pierde, lo que no vuelve. Cuidé también los conectores, los silencios, el peso simbólico de ciertos sustantivos, con la esperanza de que cada figura —una metáfora, una personificación, un polisíndeton discreto— no estuviera ahí para lucirse, sino para sostener una atmósfera. No sé si lo logré del todo, pero esa era la intención. Porque, a qué engañarse: lo que más me costó fue recortar y aniquilar frases y párrafos, a lágrima viva, cambiar comas, no explayarme, olvidarme del reto y no volverme loco metiendo mil palabras más. Jajaja.
En fin, que me enrollo: es una alegría saber que alguien lee con tanta atención, pero sobre todo con esa mirada que mezcla pasión, conocimiento y sensibilidad. Que conversa. Gracias por esto.
¡Un abrazo, compañero!
Totalmente lograda esa atmósfera, es justo lo que sentí…
Mil gracias. Insisto: No sufras por podar. Yo lo hago de forma sistemática, a veces de forma salvaje. Porque yo necesito desplegar la historia, y necesito verla completa. Pero eso lo necesito yo, no el lector. Al lector no le puedo contar algo que le distrae o que es redundante o superfluo, ni tampoco puedo menospreciarle siendo demasiado explícito. No le puedo aburrir con descripciones y florituras, por hermosas que a mí me parezcan, ni debo decirle en dos palabras algo para lo que ya existe una (que suele ser un verbo).
Mas allá de toda esta jardinería, no olvides nunca que tu historia no es tuya, es suya. De hecho, tu historia solo nace cuando alguien la lee. Los escritores no parimos: engendramos. Por esto mismo es tan recomendable dejar reposar los escritos antes de revisarlos, así los olvidamos un poco, nos liberamos de todo aquello que pensábamos cuando los escribimos y volvemos a ellos con ojos de lector. Y entonces todo cambia, y ocurre que se poda y se corrige con mucho más fundamento. Sí, se poda, motu propio, y con cierto desparpajo.
Te comprendo: Claro que podar duele. Pero el sufrimiento es parte necesaria del acto creativo.
Disculpa tanta brasa. Prometo no reincidir.
Un abrazo.
¡Isra, compañero! De brasa, nada. Al contrario.
Voy a confesarte algo: me encanta destripar artículos, relatos largos, novelas con capas. No me pesa analizar, cortar, revisar. No llego al extremo de King con su célebre 10%, pero la poda no me duele. O no tanto.
Con los microrelatos, en cambio… es otro cantar. No me avergüenza decirlo: es pura inexperiencia. Los que he escrito se cuentan con los dedos de ambas manos. Y casi todos han nacido en este blog, que en cuatro días cumple apenas dos meses. No me siento cómodo en esa longitud; y quizá por eso, justamente por eso, sé que tengo que volver ahí más a menudo. Para aprender. Para romper inercias.
Como anécdota, ya que estamos, te cuento una que nunca se me olvida: en el 87 tiré una novela entera a la basura. Trescientas páginas, escritas con mi vieja —y amada— máquina de escribir. Me levanté una mañana, la leí de un tirón y vi que era infumable. Agarré el taco y lo metí al cubo, sin piedad. Me dolió, claro; pero esa experiencia me enseñó más sobre escritura que varios libros de narrativa juntos.
Coincido plenamente contigo: el lector merece un texto que no le sobre, que no lo subestime. Algo que no esté ahí para rellenar, sino para resonar. Y para eso hace falta tiempo, distancia, mirada ajena. No basta con escribir bien: hay que aprender a leer lo que uno ha escrito como si fuera de otro. Solo así se poda con fundamento… y con cierto desparpajo, como tú dices.
Me ha gustado mucho también esa idea de que la historia no es del que la escribe, sino del que la lee. Y si me permites añadir algo, diría que el verdadero parto no está en el acto de escribir, sino en ese instante en que alguien —un lector cualquiera, un lector cómplice— se la lleva consigo. La historia nace en esa transferencia. Y sí, a veces lo que uno escribe no es más que la envoltura para lo que el otro va a descubrir ahí dentro.
Gracias por esta conversación.
¡Un abrazo!
Qué deliciosa manera de narrar esa ruptura…: "la ausencia no era un hueco, era un lugar entero". Tu aporte es tan rico, tan profundo, tan sutil, tan duro y tan, tan hermoso… que no se puede leer una sola vez…
Logras una atmósfera envolvente que te atrapa y no te suelta (ni al final) y todo con palabras sabiamente elegidas, una a una… Me encanta toda la originalidad y a la vez sinceridad del relato. Ese contexto extraordinario, onírico y metafórico en que sitúas a los personajes le da un realce extraordinario.
Felicidades, una joyita.
Un abrazo y encantada de conocerte en esta pequeña esfera de amantes de la palabra 🙂
Maite
¡Hola, Maite!
Qué bonito lo que has dicho: que no se puede leer solo una vez. Esa es una de las mejores cosas que se le pueden decir a un texto… y también a quien lo escribe.
Me alegra que hayas conectado con esa atmósfera densa pero suave, con ese contexto que no busca explicar, sino envolver. Al final, eso es lo que más disfruto escribiendo: cuando las palabras no solo cuentan, sino que dejan algo vibrando, como una nota que no se apaga del todo. O como expresa Isra: una china en el zapato.
Gracias por pasarte, por leer así, con atención y sensibilidad, y por dejar este comentario tan cercano. Yo también estoy encantado de coincidir contigo en esta pequeña esfera que gira con palabras.
¡Un abrazo, compañera!
Hola Tarkion, por si acaso, soy Juana Medina. Si logro que esto se publique es posible que aparezca con el nombre de mi documento. Iba a decir, verdadero, pero ya no sé cual de los dos es más verdadero.
Al grano: el templo ha quedado totalmente vacío y así vacío, nos envuelve un corto tiempo. Luego, las paredes empiezan a llenarse de telarañas y se deshace. La vida sigue. Tal vez seamos capaces de hacer con otro un nuevo templo. Se verá. Un gran abrazo
Hola Juana,
mil gracias por pasarte y comentar. Me ha gustado mucho esa imagen del templo vacío, envuelto en silencio, y cómo luego el tiempo lo va deshaciendo. Y sí, quizá llegue otro templo… o quizá no haga falta construirlo, porque con haber habitado uno así ya llevamos algo eterno en nosotros.
Gracias por esa mirada simbólica tan serena.
¡Un abrazo!
Has descrito un desamor onírico, que trasciende el mundo real y lo lleva más lejos y le da otro sentido dimensional
Se nos dijo eso de "Nunca digas jamás " aunque en este caso pareciera ser una situación sdin retorno ni posible solución.
U placer encontrarte y leerte.
Abrazo.
¡Hola, Francisco!
Qué bien lo has captado: ese desamor que no se dice con palabras directas, sino con atmósfera, con lo que ya no está. El “Jamás” final no es un grito ni una promesa: es cierre puro. Un eco seco y definitivo. No hay camino de vuelta, no hay nombre que rescatar. Solo lo que fue… y ya no será.
Gracias por tu lectura precisa y por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Tarkion me ha parecido una manera poética de contar algo que ya no es y que fue. Muy bien escrito. Un saludo.
¡Hola Ainhoa!
Mil gracias por pasar, comentar y tus amables palabras.
Un abrazo.
Hola, Miguel. Precioso, es decir poco. Pura poesía de principio a fin.
A mí me ha evocado esas manos unidas que se van separando, hasta que dejan de tocarse y una de las personas se da la vuelta y se aleja. Mientras, la otra la mira como se va perdiendo poco a poco, consciente de que algo se ha roto para siempre.
No podemos atrapar y retener los momentos por mucho que queramos. El mundo siempre sigue girando, imperturbable y a su ritmo. Cuando nos ocurre algo importante, nos cuesta pensar y entender que eso no detiene el mundo, que todo sigue igual ahí fuera.
No digo más.
Muchas gracias por estos regalos. Un abrazo!!
Hola, Beatriz.
Me ha encantado lo que has escrito. Esa imagen de las manos que se separan, una que se da la vuelta mientras la otra observa… refleja perfectamente el tipo de despedida que intenté contar: sin conflicto, sin palabras, solo esa distancia inevitable que lo cambia todo.
Y sí, cuesta aceptar que algo tan profundo no altere nada a su alrededor. Que el mundo siga girando igual, como si no hubiera pasado nada. Ahí está, para mí, la herida más silenciosa. Esa que nadie ve, pero que lo ocupa todo.
Gracias por pasarte y por compartirlo así, con tanta amabilidad.
Un abrazo muy fuerte, compañera.
Hola Tarkión. Es este un relato que crea imágenes en el lector, que le da forma al desamor y a la ruptura de una relación que deja una herida imborrable con la que ambos han de seguir caminando en el devenir de la vida. Más que leer vemos y sentimos lo que los protagonistas, él, ella o cualquiera de los que aquí estamos. Buen relato. Un abrazo.
¡Hola, Jorge!
Mil gracias por tu comentario y tus palabras. Sí que es cierto que abstraerse a veces, ayuda a entender aún más lo que sienten las individualidades, por más que parezca confuso el argumento.
Te agradezco mucho tu paso por aquí y tus impresiones.
¡Un abrazo, compañero!
Qué facilidad tienes para crear este tipo de relatos, Miguel. Utilizas imágenes que son impagables como "el mundo no se rompió. Fue peor. siguió girando. Imperturbable. Implacable".
Ah, además te adentras en mundos desconocidos para mí como los relatos cortos. Todo un descubrimiento.
Un fuerte abrazo, tocayo 🙂
¡Hola, tocayo!
Mil gracias por pasarte y por tus palabras, de verdad. Lo cierto es que los relatos tan breves no son mi terreno natural; suelo moverme mejor en historias más largas, entre 1000 y 5000 palabras… de esas he escrito -a lo largo de los años- ya unas cuantas docenas (o más bien unos cuantos cientos, para qué negarlo). Aun así, disfruto el reto de condensar y probar otros registros.
Te agradezco mucho el tiempo y el comentario, compañero.
¡Un abrazo grande!