La Voz En la Piedra

"Estas palabras no son tinta sobre papel, sino ventanas."
"Cada párrafo abre un umbral."

"Tú, que lees esto, ya has dejado entrar a los Moradores del Margen."
"Observan desde los interlineados, desde las comas, desde el aliento que ahora contienes al observar la historia…"


El golpeteo de la lluvia contra la ventana era incesante, un tamborileo irregular que llenaba el apartamento con una sensación sofocante de clausura. Eduardo apartó la vista del cristal empañado y miró su escritorio. Entre los libros y las notas dispersas, una piedra negra descansaba con una presencia extraña, como si contaminara el aire.

No recordaba haberla traído.
Pero tampoco podía decir que nunca la había visto antes.

Desde hacía días, quizá semanas, la imagen de aquella piedra se filtraba en sus sueños. Aparecía en el suelo de su oficina, entre sus zapatos, en el bolsillo de su abrigo. Algunas veces, despertaba con la certeza de haber sentido su tacto frío en la palma, aunque al abrir la mano, no había nada. Cada vez que la veía, Eduardo sentía un vacío extraño, como si algo se evaporara dentro de su mente: un pasaje de un libro que antes recitaba sin esfuerzo, la risa de un amigo de la infancia, la certeza de su propio reflejo.

Ahora estaba allí. Real. Tangible.
Una grieta atravesaba su superficie lisa y oscura. Una herida en la superficie pulida.

"Esta grieta no es solo un rasguño en la piedra."
"Mírala bien. También se ha abierto en el texto."

La grieta parecía más profunda de lo físicamente posible, como si respirara con una cadencia lenta, esperando que alguien la cruzara. Por un instante, Eduardo tuvo la impresión de que algo dentro de ella lo observaba, algo antiguo que había estado buscando mucho tiempo. Al tocarla, sintió un leve cosquilleo en la yema de los dedos, como si la piedra le devolviera el contacto. Retiró la mano con un escalofrío que le recorrió el brazo.

El apartamento se hizo de golpe más pequeño.

Retrocedió, tratando de recordar. Había estado distraído últimamente. Desde que dejó su trabajo en la editorial, su vida se había vuelto un torbellino de noches en vela y días sin rumbo. Había abandonado después de encontrar aquel manuscrito anónimo, el que describía piedras negras con grietas que servían como puertas entre mundos. Un texto que había descartado como ficción, hasta que comenzó a olvidar pequeñas cosas sobre sí mismo. Esa sensación se había vuelto habitual. Como si sus movimientos tardaran un instante más en sentirse suyos.

No es real. No lo pienses. No te sugestiones.

Cerró los ojos un instante y respiró hondo. Pero la inquietud no cedió. Algo en esa grieta le despertaba una familiaridad inquietante.
El aire cambió, como si la habitación hubiera adquirido una presión invisible.

Y entonces, la escuchó.

No con los oídos. Adentro.

Una voz emergió de algún lugar en su cabeza, arañando los bordes de su conciencia con un murmullo apenas perceptible. Una voz que parecía haber existido siempre, esperando en algún rincón olvidado de su mente, esperando a que la grieta se abriera lo suficiente.

No eres tú.

"No mires el final de este párrafo."
"No dejes que las palabras te sigan leyendo a ti."

Un espasmo nervioso recorrió su columna vertebral.

No era su pensamiento. No era su voz.

El sonido vibraba con una cadencia ajena, algo ancestral y erróneo, como si perteneciera a una garganta que nunca había respirado aire.

La grieta en la piedra parecía más abierta, su profundidad mayor que antes. Era imposible, pero estaba seguro de que podía ver el interior. No el material de la roca, sino algo más allá. Un espacio imposible donde formas sin nombre se movían entre oscuros rincones, un lugar donde las leyes del tiempo y el espacio eran meras sugerencias. Y en ese vacío, algo parecía estar buscando una salida, un recipiente.

Su sombra se proyectó en la pared. No por la lámpara del escritorio, sino por una fuente de luz que no debía existir en la habitación.

Un golpe seco recorrió su sien.

La voz volvió a escucharse, esta vez con un tono más definido.

No eres tú.

Eduardo tragó saliva y apartó la vista de la piedra.

La sombra en la pared se quedó inmóvil mientras él giraba.

El aire vibró. La sensación de ser observado se convirtió en certeza.

No estaba solo.

Giró lentamente la cabeza hacia la ventana.

Allí, en el vidrio cubierto de humedad, se distinguía una silueta borrosa.

Pero no había nadie al otro lado.

El teléfono sonó con un ritmo extraño. No un tono continuo, sino un repiqueteo seco… como si respondiera a la voz.

El timbre era seco, insistente.

Eduardo no quería contestar.

Se obligó a moverse y levantó el auricular con manos temblorosas.

—¿Hola?

Silencio.

El ruido del agua golpeando la ventana pareció intensificarse, llenando el espacio entre él y la estática en la línea.

Y entonces, la voz surgió otra vez, esta vez clara, esta vez justo detrás de él.

No estamos solos.

El aliento se le cortó.

Giró con la velocidad de un animal acorralado.

Nada.

Pero la piedra…

La piedra ya no estaba en el escritorio.

Sus dedos la sintieron antes de que pudiera procesarlo. La tenía en la mano.

"El verdadero peligro no es que las entidades crucen, sino que el relato mismo se vuelva consciente."
"La tinta es sangre ritual."
"Cada letra, un latido."

El apartamento parecía deforme, las esquinas más oscuras de lo que deberían ser, las paredes demasiado estrechas.

Se giró de nuevo, con una certeza helada en el estómago.

La sombra había dejado de ser una sombra.

Se estaba despegando de la pared.

Algo dentro de la grieta en la piedra se abrió.

Eduardo sintió un tirón en la boca del estómago, un vértigo repentino.

Y entonces vio su propio cuerpo, de pie al otro lado de la habitación.

Pero no era él.

"Este espacio en blanco no es accidental."
"Es donde tu sombra acaba de moverse."

Un murmullo, un susurro que ya no viene de la piedra.
Viene de las palabras.
De la historia misma.

Nos observan. El portal se ha abierto.

Y en este momento, mientras lees estas líneas, ¿no sientes algo a tu alrededor?
¿El peso de una presencia justo fuera de tu campo de visión?
¿El reflejo en la pantalla que no coincide del todo con tu movimiento?

No mires atrás.
Ya es demasiado tarde.

En el reflejo de la pantalla, algo también ha dejado de moverse.



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Mercedes Soriano Trapero
28 de febrero de 2025 21:55

Pues no sé si será que llevo tiempo leyendo con el móvil, pero yo he visto algo raro en tu relato, no sé si será la grieta, la piedra o que se me juntaban las líneas… He tenido que parpadear varias veces y solo ahora, en este cuadrado blanco es cuando veo ya bien. ¿Sugestión? ¿O que escribes tan bien que acabas de verdad creyendo cosas que escribes?
Me ha encantado esta imagen: las palabras leyéndote a ti, en vez de a la inversa… Me ha inspirado.
Buen relato, Miguel.
¡Buenas noches!

Cabrónidas
3 de marzo de 2025 15:08

Siempre decimos que la escritura es la puerta a otros mundos, pero hay mundos para los que no estamos preparados.:)

Beatriz Moragues
22 de marzo de 2025 21:19

Hola, Miguel. Qué susto!! A mitad del relato yo pensando si tenía que mirar a los lados, por si acaso, aunque al final no lo he hecho 🙄

Que bueno lo de: "El verdadero peligro no es que las entidades crucen, sino que el relato mismo se vuelva consciente" 🤯

Eduardo y yo hemos tragado saliva al mismo tiempo, muertos de miedo los dos 🤦🏻‍♀️ Con eso, ya te lo digo todo.

Sublime!!

Un abrazo 🤗

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