Podríamos pensar que el lenguaje inclusivo en español es solo una herramienta, un conjunto de palabras para describir el mundo de forma más justa. Pero, ¿y si también moldea nuestra manera de percibir la realidad?
1. ¿El lenguaje solo refleja la realidad… o la crea?
Las palabras no solo describen, también diseñan
¿Y si la forma en que hablamos moldea la forma en que pensamos?
Piénsalo un momento. No se trata solo de comunicación, sino de percepción. Porque si el idioma realmente moldea el pensamiento… ¿por qué seguimos viendo el lenguaje inclusivo en español como un capricho innecesario? Tal vez no es que no funcione, sino que nos incomoda reconocer su potencial.
- Si toda la vida nos han dicho que "el hombre llegó a la Luna", ¿dónde queda la imagen de las mujeres que participaron en la misión?
- Si cada vez que hablamos de "los médicos", la primera imagen mental es un hombre con bata blanca, ¿cómo impacta esto en la percepción de roles de género?
El lenguaje no es solo un reflejo, es un filtro que edita la realidad.
Y, sin embargo, el lenguaje inclusivo ha tardado en llegar al debate público.
El mundo cambió… pero el lenguaje inclusivo en español no
Los movimientos sociales de los años 60 y 70 lograron avances enormes en derechos civiles, igualdad de género y acceso al trabajo y la educación.
📜 Se modificaron leyes.
💼 Se abrieron oportunidades.
📚 Se promovió la equidad en la educación.
Pero el idioma se quedó intacto.
Cuando estudié magisterio, esto ni se mencionaba
A finales de los ochenta, cuando estudié magisterio, esto ni siquiera era un debate.
En asignaturas como Psicología de la Educación, Psicología Evolutiva o Pedagogía, se hablaba del desarrollo del pensamiento, de cómo influían los estímulos en la percepción, pero muy poco del impacto que el lenguaje tenía en la construcción de la identidad y en la percepción del mundo.
En la práctica educativa, a la hora de diseñar currículos o estructurar materiales didácticos, el lenguaje seguía sin cuestionarse.
- Los libros de texto seguían usando solo el masculino genérico.
- Los currículos no contemplaban estrategias para diversificar el lenguaje.
- Las reformas educativas cambiaban nombres y siglas (LOGSE, LODE, LOE…), pero nunca tocaban la manera en que el lenguaje influía en la percepción del mundo y aplicarlo a estrategias completas y transversales en materia educativa.
El debate simplemente no existía.
Yo mismo, en aquel momento, no tenía las herramientas para analizarlo, pero sí una inquietud que no desaparecía:
¿Cómo influye la forma en que hablamos en la manera en que enseñamos?
Esa pregunta quedó suspendida en el aire durante años. Hasta que, décadas después, nos encontramos con un debate que no es nuevo, sino postergado.
Mi dilema personal con el lenguaje inclusivo
Aquí es donde empieza mi dilema.
Llevo escribiendo desde los 12 años y, a mis 54, me cuesta incluso imaginarme escribiendo de otra forma. No puedo con las arrobas, ni con los /as, /es, ni con expresiones que, para mí, rompen la fluidez de un texto.
Y sin embargo, cada vez que escribo en masculino (o sea, siempre), me asalta la misma duda:
¿Estoy dejando fuera a alguien sin darme cuenta? No es solo una cuestión de gramática; el lenguaje inclusivo es un tema que incomoda, genera debate y nos obliga a replantearnos cómo nos expresamos.
Esa sensación de que algo falla
Mi mujer me dice que no me preocupe, que no excluyo a nadie. Y yo la escucho. Pero hay algo que no deja de inquietarme.
¿Por qué tengo esta sensación de que el lenguaje que uso no está del todo bien?
Y eso es lo que me lleva a escribir este artículo.
No para defender o rechazar nada, sino para preguntarme por qué a día de hoy solo se habla, pero no se hace nada.
¿El problema es que no nos dimos cuenta antes?
¿O es que simplemente no queríamos verlo?
2. Cómo el lenguaje inclusivo en español moldea nuestra percepción
Las palabras no son inocentes
Siempre nos han dicho que el lenguaje es una herramienta neutral, un simple vehículo para expresar lo que pensamos.
Pero, ¿y si en realidad fuera al revés?
¿Y si la forma en que hablamos moldea la forma en que pensamos?
Aquí es donde entra la hipótesis de Sapir-Whorf, que sostiene que el idioma que usamos no solo describe la realidad, sino que nos condiciona para verla de una determinada manera. Estudios recientes han analizado cómo diferentes estructuras lingüísticas afectan la percepción del tiempo, los colores y la identidad de género.
Cuando el lenguaje cambia, también lo hace la percepción
Los efectos del lenguaje en la mente humana son reales. Investigaciones en lingüística cognitiva han demostrado que ciertos patrones lingüísticos pueden modificar nuestra percepción del mundo. Hay ejemplos que lo demuestran:
- El color azul: Algunas culturas no diferencian entre azul claro y azul oscuro porque su idioma no tiene términos separados para ambos tonos. Sus hablantes literalmente tardan más en distinguirlos visualmente.
- El tiempo verbal: Lenguas sin un futuro claramente marcado ("mañana llueve" en lugar de "mañana lloverá") hacen que sus hablantes tengan menos predisposición a planificar a largo plazo.
- El género en profesiones: Un estudio mostró que en idiomas donde las palabras para ciertas profesiones tienen una forma masculina predominante (como "ingeniero" en español o "doctor" en inglés), los niños asocian esas profesiones más con hombres que con mujeres. En cambio, en lenguas con términos neutros o alternativos, la asociación es más equitativa.
Ahora llevemos esto al género en español.
Si siempre usamos el masculino como norma, ¿qué imágenes estamos creando en la mente de quien escucha?
📌 Si digo "los médicos del hospital", la mayoría imaginará hombres en batas blancas.
📌 Si digo "El ser humano llegó a la luna", pocos pensarán en Katherine Johnson o Margaret Hamilton, esenciales en la llegada del Apolo 11.
Aquí no estamos hablando de corrección política. Estamos hablando de cómo el lenguaje filtra la realidad y la edita, a veces sin que lo notemos.
Esto no solo ocurre en el ámbito académico. Hoy en día, plataformas como TikTok han hecho viral el debate. Videos con títulos como “¿Es una tontería decir ‘todes’?” o “El español no necesita reformarse” generan millones de visualizaciones y acaloradas discusiones.
Los medios y la educación como guardianes del lenguaje tradicional
El problema es que el lenguaje no evoluciona solo. Está anclado en quién lo enseña, quién lo usa y quién lo valida. La educación y los medios han consolidado la resistencia al lenguaje inclusivo en español, manteniendo el uso del masculino genérico como norma incuestionable. Un análisis sobre la influencia mediática en el cambio lingüístico demuestra cómo los medios de comunicación refuerzan o bloquean ciertos usos lingüísticos en función de los discursos predominantes.
📚 La educación lo consolida.
📰 Los medios lo difunden.
👥 La sociedad lo normaliza.
Si nadie rompe ese ciclo, el lenguaje sigue funcionando de la misma manera durante generaciones.
Un estudio mostró que cuando se pedía a personas imaginar a "los médicos y los ingenieros", la mayoría visualizaba solo hombres. Pero cuando la pregunta se reformulaba como "las personas que ejercen la medicina y la ingeniería", la cantidad de mujeres imaginadas se triplicaba.
Esto nos demuestra algo clave: no se trata solo de cambiar palabras, sino de cambiar imágenes mentales.
¿Qué pasa cuando el lenguaje no cambia?
Aquí llega la gran pregunta.
Si el lenguaje influye en la manera en que percibimos el mundo, entonces ¿qué pasa cuando se mantiene estático?
El riesgo es claro: seguir perpetuando las mismas estructuras de pensamiento.
- Si el lenguaje tradicional no nombra a las mujeres, seguimos asumiendo que ciertos roles son masculinos por defecto.
- Si el sistema educativo y los medios no lo cambian, las nuevas generaciones lo aprenden igual que las anteriores.
El resultado es que, cuando intentamos modificarlo, ya llegamos tarde.
📌 Aquí no se trata solo de defender o rechazar el lenguaje inclusivo, sino de hacernos una pregunta más profunda:
¿Por qué nos resulta tan incómodo cambiar algo que, en el fondo, sabemos que influye en cómo vemos el mundo?
3. El lenguaje quedó atrás… y ahora nos pasa factura
Los movimientos sociales cambiaron las leyes… pero no las palabras
El feminismo, los movimientos de derechos civiles, la lucha por la igualdad laboral… todo esto empezó a cambiar el mundo hace más de medio siglo. Los estudios sobre las olas del feminismo muestran que en sus primeras etapas, la prioridad estaba en los derechos civiles y la equidad laboral, mientras que la discusión sobre el lenguaje inclusivo llegó mucho después.
El lenguaje apenas se tocó.
📌 Las mujeres empezaron a votar, pero los discursos políticos seguían dirigiéndose a "los ciudadanos".
📌 Las mujeres accedieron a la educación superior, pero los libros de texto solo hablaban de "los alumnos".
📌 Las mujeres se integraron en el mundo laboral, pero las descripciones de empleos usaban exclusivamente el masculino.
¿Por qué?
Porque en los años 60 y 70, la prioridad no era cómo se hablaba, sino cómo se vivía.
📜 Votar sin restricciones.
💼 Acceder a trabajos históricamente masculinos.
📚 Recibir la misma educación.
El objetivo era cambiar la estructura social, política y económica, no detenerse a analizar si "los ciudadanos" invisibilizaba a "las ciudadanas". La urgencia estaba en el derecho a existir, no en el derecho a ser nombradas.
¿El lenguaje como barrera? No era una prioridad
Para muchas activistas de la época, el lenguaje era visto como una consecuencia, no una causa. Pensaban que si se lograban avances reales en igualdad, el lenguaje cambiaría por sí solo.
Pero no fue así.
Las estructuras de poder se adaptaron a la igualdad legal, pero mantuvieron el lenguaje tradicional como una trinchera de resistencia simbólica.
📌 Las mujeres entraron en la universidad… pero los libros seguían hablando solo de "los alumnos".
📌 Empezaron a ocupar cargos públicos… pero la Real Academia Española seguía diciendo que "presidenta" era incorrecto.
📌 Se aprobaron leyes de igualdad… pero los medios seguían hablando de "hombres de negocios" y "las esposas de los líderes políticos".
El lenguaje no cambió por sí solo. Y cuando por fin intentamos corregirlo, el retraso era evidente.
El sistema educativo y las academias de la lengua lo frenaron
Aquí entra el otro gran obstáculo: las instituciones que controlan el idioma.
🖋️ Las academias de la lengua decidieron que "el español no debía tocarse".
📖 Las escuelas siguieron enseñando gramáticas del siglo XIX.
📰 Los medios reforzaron lo aprendido en la educación.
Cuando una lengua se enseña de manera prescriptiva, cualquier intento de cambio se ve como una amenaza a la identidad cultural.
Ejemplo claro: en 2012, la RAE incluyó "miembra" en su diccionario… pero con una aclaración: "usado en el habla popular, pero innecesario". Básicamente, lo aceptaron solo para marcarlo como incorrecto.
Cada vez que alguien intentaba feminizar una palabra o cuestionar el masculino genérico, la respuesta era la misma:
👉 "Así no funciona el español."
¿Resultado? Décadas de inacción.
Cuando intentamos cambiar, ya era demasiado tarde
Hoy, cuando se habla de lenguaje inclusivo, la reacción de muchos es resistencia absoluta.
Porque nos educaron para creer que el lenguaje es como es, y modificarlo parece casi una herejía. Pero, ¿y si hubiéramos iniciado esta conversación hace 50 años? Tal vez hoy ya hablaríamos de una manera más inclusiva sin que pareciera forzada.
El problema no es que el lenguaje no pueda cambiar.
El problema es que, cuando por fin nos dimos cuenta de que era necesario, ya habíamos acumulado demasiado tiempo de inercia.
4. ¿Por qué la solución actual genera tanto rechazo?
Cualquier cambio en el lenguaje genera resistencia
El rechazo al lenguaje inclusivo no es una novedad. Cualquier cambio en el idioma ha generado resistencia.
📜 En 1713, cuando se fundó la Real Academia Española, su lema fue "Limpia, fija y da esplendor". Su objetivo: mantener el idioma sin alteraciones.
📢 Entre los siglos XIII y XVIII, cuando el español comenzó a eliminar la letra "ç" y la "ph" (Ej: farmacia en lugar de pharmacia), seguramente hubo muchos intelectuales que dijeron que era "una aberración que empobrecía el idioma".
📚 En 2010, cuando la RAE eliminó la tilde de "sólo" y cambió algunas normas de acentuación, el enfado fue tan grande que todavía hoy muchos seguimos tildándolo en silencio por pura rebeldía (superé esa etapa de milagro).
¿Por qué ocurre esto?
Porque el lenguaje es identidad. No es solo un código de comunicación, sino una parte de nuestra cultura y forma de entender el mundo.
Cada vez que alguien intenta modificarlo, la primera reacción no es analizar si el cambio tiene sentido, sino sentir que nos quieren arrebatar algo nuestro.
El problema no es la inclusión, sino cómo se ha intentado imponer
Aquí entra el problema con el lenguaje inclusivo: no ha seguido una evolución natural, sino que se ha intentado imponer de golpe.
Si un cambio en el idioma no nace de los hablantes, sino que se percibe como una norma impuesta, el rechazo es inevitable.
📢 "Debes decir todes."
📢 "Si usas el masculino genérico, estás excluyendo."
📢 "Si no hablas de forma inclusiva, eres parte del problema."
El lenguaje inclusivo no se presentó como una opción o una evolución, sino como una corrección moral.
Y cuando algo se impone de forma rígida, se genera un efecto contrario:
👉 La gente lo rechaza, no por el cambio en sí, sino por la sensación de obligación.
Si en lugar de intentar forzar términos artificiales como "todes", se hubiera empezado por soluciones más naturales (como evitar el masculino genérico en documentos oficiales o usar términos neutros ya existentes), el debate sería muy diferente hoy.
Ejemplos de reformas lingüísticas que fracasaron
Esta no es la primera vez que se intenta cambiar el idioma y se encuentra con un muro de resistencia.
🚫 El intento fallido de simplificar el inglés:
A finales del siglo XIX, un grupo de lingüistas propuso cambiar la ortografía del inglés para hacerla más lógica (nite en vez de night, thru en vez de through). Nadie lo aceptó.
🚫 La reforma ortográfica del francés en 1990:
El gobierno francés intentó eliminar algunas letras mudas y cambiar acentos para simplificar el idioma. Hubo protestas. Hubo periódicos que se negaron a aplicar los cambios. Hubo académicos que lo llamaron "una masacre lingüística".
🚫 El intento de la RAE de eliminar la "ch" y la "ll" del alfabeto en 1994:
Sí, aunque no lo recuerdes, hubo un intento de hacer que la "ch" y la "ll" dejaran de ser consideradas letras separadas. ¿Resultado? La RAE tuvo que dar marcha atrás porque nadie quería aceptarlo.
Estos ejemplos nos dicen algo importante:
📌 No basta con que un cambio tenga lógica o intención positiva.
📌 Si los hablantes no lo sienten natural, no lo adoptarán.
Y ese es el problema del lenguaje inclusivo: se ha intentado forzar antes de que la sociedad estuviera lista para adoptarlo de manera orgánica.
Resumen: El rechazo es un síntoma, no el problema real
El rechazo al lenguaje inclusivo no significa que la sociedad no quiera inclusión. Significa que el cambio no ha sido presentado de una forma que genere aceptación.
📌 No se trata solo de qué palabras usamos, sino de cómo logramos que esas palabras se sientan naturales.
En lugar de obligar a la gente a decir "todes", quizás deberíamos haber empezado con cambios más sutiles, más efectivos y menos agresivos.
Porque lo cierto es que el idioma sí cambia, pero nunca por imposición. Cambia cuando los hablantes deciden que el cambio tiene sentido.
5. Hacia un lenguaje más inclusivo sin perder identidad
¿Se puede hacer el lenguaje más inclusivo sin deformarlo?
El problema nunca ha sido el deseo de inclusión. El problema es cómo se ha intentado aplicar.
En lugar de introducir cambios radicales que generan resistencia, podemos aprovechar herramientas que ya existen en el español para hacer el lenguaje más inclusivo sin perder su esencia. Guías académicas sobre lenguaje inclusivo sugieren enfoques progresivos que permiten modificar la forma en que nos expresamos sin perder claridad ni naturalidad.
Opciones que no rompen la fluidez del idioma
✔ Usar términos neutros ya existentes:
- En vez de los alumnos, decir "el estudiantado".
- En vez de los ciudadanos, decir "la población".
- En vez de los médicos, decir "el personal sanitario".
✔ Reformular frases sin necesidad de "forzar" el lenguaje:
- "Cada alumno debe entregar su tarea" → "Cada persona debe entregar la tarea".
- "Los profesores decidirán" → "El equipo docente tomará la decisión".
✔ Evitar el masculino genérico solo cuando sea relevante:
- Si estamos hablando de un grupo mixto, buscar formas naturales de referirse a él sin repetir desdoblamientos innecesarios.
Muchos de estos cambios ya se están aplicando en documentos oficiales y en medios de comunicación sin generar rechazo. Porque no rompen la estructura natural del idioma.
Cuando intentas cambiar… pero no fluyes
Aquí entra mi dilema personal.
Puedo entender todas estas estrategias, puedo ver cómo funcionan y puedo aceptar que hacen que el lenguaje sea más inclusivo sin necesidad de cambiar su estructura.
Pero cuando intento escribir así, no fluyo.
📌 Después de más de 40 años escribiendo de una forma concreta, cambiar mi manera de estructurar frases me resulta artificial.
No me sale. No consigo sentir el mismo ritmo. No encuentro la misma naturalidad.
No es un problema de rechazo al cambio, es una cuestión de cómo me siento cuando escribo.
Sé que no soy el único.
Muchos escritores, periodistas, docentes y personas que llevan años utilizando el español como herramienta de comunicación sienten lo mismo. Sienten que su forma de expresarse está en conflicto con una nueva realidad que quieren aceptar, pero que les cuesta integrar en su escritura sin sentirse forzados.
El lenguaje inclusivo en español es parte de esa transformación, un cambio que desafía hábitos profundamente arraigados y nos obliga a replantearnos nuestra manera de escribir.
Entonces, ¿cómo logramos que este cambio sea natural para todos?
Cuando una lengua cambia sin fracturarse
El español no es estático. Nunca lo ha sido.
Las lenguas evolucionan constantemente, pero lo hacen de manera orgánica, con la aceptación gradual de los hablantes.
📜 Ejemplos de cambios en la historia del idioma:
- Antes se decía "haiga", ahora decimos "haya".
- Antes se usaba "vos" en España, ahora solo en América.
- Antes "murciégalo" era correcto, ahora es "murciélago".
En ninguno de estos casos se impuso el cambio por decreto. Fue la propia evolución del lenguaje la que hizo que ciertas formas desaparecieran y otras se consolidaran.
Y esto nos lleva a la verdadera solución.
El secreto está en la naturalidad, no en la imposición
Si queremos que el lenguaje sea más inclusivo sin generar conflicto, debemos dejar que evolucione de manera natural.
📌 Dándole tiempo: No podemos cambiar la forma en que una sociedad habla de la noche a la mañana.
📌 Educando con estrategias progresivas: Mostrar opciones de lenguaje inclusivo sin obligar a usarlas.
📌 Permitiendo que la gente adapte su lenguaje según su contexto: No es lo mismo escribir un documento institucional que una novela. Cada espacio tiene su propio código lingüístico.
📌 Aceptando que algunos cambios serán más rápidos que otros: Algunas formas de lenguaje inclusivo serán ampliamente aceptadas, otras tardarán décadas en asentarse, y otras, simplemente, nunca se adoptarán. Y eso está bien.
Lo importante no es imponer un cambio inmediato, sino crear un entorno donde ese cambio pueda darse de manera orgánica.
Porque si algo ha demostrado la historia, es que cuando una transformación en el lenguaje tiene sentido, la gente la adopta sin necesidad de que se la impongan.
Resumen: La inclusión no puede depender solo de la forma en que nos expresamos
A veces, nos obsesionamos tanto con la forma, que olvidamos el fondo.
📌 Podemos cambiar palabras, pero si la realidad sigue igual, el problema no es solo el idioma.
El lenguaje influye en la percepción, pero no sustituye las acciones reales.
Si cambiamos la forma en que hablamos pero no la forma en que tratamos a los demás, todo esto se queda en una cuestión meramente estética.
El lenguaje es importante, pero no es suficiente.
Lo verdaderamente esencial es que, más allá de cómo hablemos, construyamos un mundo en el que nadie se sienta excluido, sin necesidad de que las palabras hagan todo el trabajo por nosotros.
6. Conclusión: La verdadera inclusión no es solo gramatical
Las palabras importan… pero no lo son todo
Durante todo este debate sobre el lenguaje inclusivo en español, hay una realidad que a veces se nos escapa:
📌 No basta con cambiar cómo hablamos si la realidad sigue siendo la misma.
Podemos decir "todes", "todas y todos", "personas", "humanidad", "estudiantado"… pero si en la práctica las desigualdades siguen existiendo, el problema no es solo el idioma.
El lenguaje inclusivo en español influye en la percepción. Sí. Pero no sustituye las acciones reales.
Si cambiamos la forma en que hablamos pero no la forma en que tratamos a los demás, todo esto se queda en una cuestión meramente estética.
¿Modificar el lenguaje es suficiente? No. ¿Es imprescindible? Sí.
Aquí es donde el debate se complica.
❌ No podemos caer en el extremo de pensar que el lenguaje por sí solo solucionará el problema.
✔ Pero tampoco podemos ignorar que el lenguaje es una herramienta de cambio.
Negar que el idioma influye en la forma en que pensamos sería ingenuo. Pero pensar que con solo modificar palabras conseguiremos una sociedad más justa es igual de ingenuo.
El verdadero reto es encontrar el equilibrio.
Un cambio en el lenguaje acompañado de cambios en la educación, en la cultura y en las estructuras sociales puede ser una herramienta poderosa.
Pero si el idioma cambia sin que nada más cambie, la transformación será superficial.
Mi lucha interna con este tema sigue abierta
Lo que sí tengo claro es esto:
📌 Aún no sé cuál es la mejor forma de integrar esto en mi propia manera de escribir.
📌 Aún me cuesta sentir natural algunos cambios.
📌 Aún tengo la sensación de que el lenguaje que uso excluye a personas que quiero incluir.
Y es frustrante.
Porque, a pesar de todas estas dudas, sé que no podemos ignorar el impacto que el lenguaje tiene en la sociedad.
Tal vez el debate del lenguaje inclusivo no se trata de imponer o rechazar, sino de aprender a navegar una transformación que, queramos o no, ya está ocurriendo.
No tengo la respuesta definitiva.
Pero creo que la mejor manera de avanzar no es con imposiciones ni con rechazos absolutos, sino con una discusión sincera, inteligente y abierta.
Y este artículo, en el fondo, es mi manera de invitar a esa conversación.
¿Y tú, qué piensas?
📌 ¿Crees que el lenguaje inclusivo es necesario?
📌 ¿Te cuesta adaptarte a ciertos cambios en la forma de hablar y escribir?
📌 ¿O piensas que estamos dándole demasiada importancia a algo que no es el problema de fondo?
Intenta reformular una frase cotidiana sin recurrir al masculino genérico. ¿Cómo se siente? ¿Es tan difícil como parece? Pruébalo y dime qué piensas. Porque al final, más allá de las palabras, lo que importa es que hablemos de ello.
📌 Referencias consultadas
-
Verywell Mind. "Sapir-Whorf Hypothesis: How Language Influences How We Express Ourselves." 2025.
https://www.verywellmind.com/the-sapir-whorf-hypothesis-7565585 -
Sprouts Schools. "Linguistic Relativity: How Language Shapes Thought." 2025.
https://sproutsschools.com/linguistic-relativity-how-language-shapes-thought/ -
Seattle Pacific University. "Investigating Media Influence on Language Change." 2024.
https://digitalcommons.spu.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1175&context=honorsprojects -
Pacific University. "Four Waves of Feminism." 2024.
https://www.pacificu.edu/magazine/four-waves-feminism -
Berkeley Haas. "Understanding Inclusive Language: A Framework." 2023.
https://haas.berkeley.edu/wp-content/uploads/Understanding-IL-Playbook-3.pdf -
American Psychological Association. "Why Inclusive Language Matters." 2023.
https://www.apa.org/ed/precollege/psn/2022/09/inclusive-language
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Hola Miguel
Bueno, veo que te has metido en un terreno pantanoso, eso me indica que eres una persona valiente, un escritor en potencia.
Cuando estudiaba para Community, aprendí que hay tres cosas en las que no debes meterte a debatir en las Redes corporativas, política, religión y deportes, esto podría causarte problemas y, por tanto, es mejor evitar, además acotarías el nicho al que te quieres dirigir. Ya se sabe que, en la actualidad, existe mucha crispación y división, las personas se han radicalizado y la cuestión es: o estás conmigo o estás en contra de mí.
Me ha gustado mucho tu artículo, tratando muy bien el tema de fondo, si dices todes y luego sigues pensando que eso no sirve, no vale de nada.
En mi opinión, el problema es la generación de cristal, la generación del ya, radicalizada al máximo, no existen valores como la TOLERANCIA Y EL RESPETO.
Soy activista y voluntario en dos asociaciones, conozco muy bien el tema feminismo, y reitero mi idea del problema, si perdemos los valores antes mencionados y exigimos respeto, muchas personas estarán en contra, la cuestión es el fondo del problema.
Entiendo tu dilema a la hora de escribir, no te suena igual, pero te digo algo: eres un buen escritor, y tarde o temprano, te sonará bien, yo lo he superado, procuro, siempre, referirme a personas, con dos o tres reglas o cambios, conseguirás que te resuene genial.
¡Un fuerte abrazo compañero!
¡Ric, muchísimas gracias por tu comentario!
Totalmente de acuerdo en que tocar estos temas puede ser complicado, pero al final, creo que lo interesante es abrir el debate sin caer en trincheras. Me ha gustado mucho tu reflexión sobre la tolerancia y el respeto, porque al final esa es la base de cualquier conversación sana, más allá de cómo hablemos.
Sobre lo que mencionas de la escritura, es un punto que me toca de cerca. Es cierto que el lenguaje evoluciona, pero cuando escribes entre 3000 y 5000 palabras al día, cualquier intento de forzar un cambio se siente como ponerle piedras a un engranaje que lleva años funcionando. Quizás, como menciona Finil, a veces le estamos dando demasiada importancia a algo que no la tiene, cuando lo que realmente pesa es la intención detrás de las palabras.
Gracias por compartir tu visión y por aportar tanta profundidad al tema. ¡Un abrazo, compañero!
Buenas Tarkion, vaya encrucijada nos ha creado la Montero!! jajaja
Yo creo que nos complicamos la existencia (que es lo que pretenden) con nimiedades de este estilo. El lenguaje es sin duda una herramienta poderosa que influye en como vemos el mundo, pero no tanto el como lo digamos, sino el que decimos.
El español es un idioma riquísimo que no es estático, ha evolucionado…ahí tienes a Cervantes.
Usar el masculino genérico no implica discriminación, es una conveniencia lingüística que permite referirse a ambos grupos al mismo tiempo de forma neutra. Cuando un grupo está compuesto solo por mujeres, el uso del femenino es natural y lógico, pero al estar los dos géneros, el masculino cumple una función integradora, no excluyente.
Cambiar esto supondría transformar nuestro idioma en algo distinto, casi reinventarlo, sería un poco absurdo.
Quizá la clave está más en la intención y el contexto que en la forma.
Reitero que sigue evolucionando, pues las nuevas generaciones hablan distinto que las "nuestras", y ya nos cuesta entenderlos jajaja, las siglas y los recortes son una prueba.
Fíjate que en español decimos "el perro", "la gallina", en ingles "it" abarca todo. Cambia esto algo?..discriminamos a los perros o a les gallines?…
Yo creo que este debate que nos plantean por todas partes, no es más que otra estrategia política para desviar nuestra atención de cosas realmente importantes.
La mayoría de las mujeres no nos sentimos ofendidas ni discriminadas por el uso del masculino genérico, no lo vemos un ataque. Son solo pequeños sectores, generalmente vinculados a ciertos movimientos ideológicos los que impulsan esta narrativa, y al final. mas que una cuestión de inclusión parece una excusa para obtener subvenciones y beneficios políticos (como todo). Mientras tanto se ignoran problemas reales que afectan a mujeres y hombres por igual.
Cambiar el idioma no cambia la realidad y enfocar esfuerzos en estas nimiedades solo nos aleja de lo que de verdad importa.
¡Finil, gracias por pasarte!
Me ha gustado mucho lo que dices en alguna parte importante de tu reflexión (sí, sí, lo he leído entero, aunque mi cerebro ahora mismo esté en modo buffering). Lo del masculino genérico como convención lingüística y no como una herramienta de exclusión tiene toda la lógica del mundo, pero luego está ese otro lado, el de la percepción, que es donde el asunto se vuelve más resbaladizo que un calamar con vaselina bajando por un tobogán de hielo.
A veces se me va la pinza y le doy demasiadas vueltas a las cosas, pero no porque me coman la cabeza con discursos impuestos, sino porque es mi naturaleza. Lo mismo un día me entran ganas de escribir una historia de terror, que al siguiente me da por una sátira o un manual técnico sobre cualquier cosa. Lo único constante en mi vida es que necesito escribir, es lo que me mantiene cuerdo y vivo. Y claro, cuando metes en la ecuación cambios forzados en el lenguaje, es como si intentaran reprogramarme el sistema operativo en mitad de una sesión de escritura.
Eso sí, como comentaba en el artículo, no podemos negar que el lenguaje influye en la forma en que percibimos el mundo. No creo que sea un simple capricho ni una cuestión política sin más, pero como bien dices, la clave está en la intención y el contexto, más que en encorsetarnos en reglas impuestas.
Al final, lo que pesa no es la forma exacta de las palabras, sino cómo las usamos y con qué propósito. Si hay algo que vale la pena defender, es la libertad de poder expresarnos sin que nos dicten cómo tenemos que hacerlo, pero también sin ignorar que lo que decimos y cómo lo decimos puede tener más impacto del que creemos.
¡Un abrazo, compañera, y gracias por el debate, que al menos a mí me ha servido para sacudirme un poco el procesador mental!
Hola, Miguel, muy buen artículo, además has tratado el tema muy bien, sin criticar, solo exponiendo. Bien, como filóloga creo que el lenguaje no es excluyente, lo es la persona que lo utiliza teniendo en cuenta el contexto, esto es si me estoy dirigiendo a un grupo de alumnos y alumnas utilizar la palabra genérica "alumnado", que es general y así con todo. No se trata de utilizar solo el femenino o el "todes" (no soporto esto) para incluir a todos, sino cuidar el lenguaje según con quien lo estés utilizando. Tampoco se trata de continuamente estar usando el femenino y el masculino, sino de utilizar términos generales.
Y como mujer, no me siento discriminada o no integrada si alguien dice "alumnos" por ejemplo en una clase, o un término en masculino en otro contexto, no me siento ni discriminada, ni excluida ni nada por el estilo. Pero sí me siento fatal si oigo "todes". Esto es meternos el lenguaje inclusivo a presión y hacernos creer que es así como se tiene que decir. No, el lenguaje es sabio y, como comenté antes, todo depende de la persona que lo utilice y cómo lo haga.
Un tema complicado, sin duda, pero llevarlo más allá es demasiado. Nuestro lenguaje es rico, tenemos mucho vocabulario y no es necesario recurrir a la "e", o a la "@" o cualquier zarandaja de estas.
Un abrazo. 🙂
¡Hola, Merche!
Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario. Me alegra que te haya parecido un buen enfoque, porque precisamente quería evitar caer en juicios absolutos y centrarme en el impacto real del lenguaje en nuestra percepción.
Tu punto como filóloga me parece clave: el problema no está en el lenguaje en sí, sino en cómo se usa. Y ahí entra el contexto, la intención del hablante y la forma en que cada comunidad de hablantes va moldeando el idioma de manera natural. Usar términos generales como "alumnado", "personal sanitario" o "ciudadanía" es una solución que ya existe dentro de nuestro idioma y no requiere forzar estructuras que rompen la fluidez.
Lo que dices sobre "todes" lo comparten muchas personas (¡a mí se me eriza la piel!), y es un buen ejemplo de lo que comentaba en el artículo: cuando el cambio en el idioma se percibe como algo impuesto en lugar de una evolución orgánica, genera rechazo. No porque la inclusión no sea importante, sino porque las formas artificiales chocan con la forma natural en que hablamos y escribimos. Y para quienes llevamos tantos años usando y amando nuestra lengua, el impacto es aún mayor. A ti, como filóloga y casi de mi quinta, pues qué te voy a contar que no sepas ya.
Al final, creo que la clave está en lo que mencionas: el español es un idioma increíblemente rico y flexible, y si queremos que sea más inclusivo, hay formas de hacerlo sin sacrificar su esencia ni imponer soluciones que a muchos les resultan ajenas.
Y no puedo estar más de acuerdo con todas y cada una de tus palabras. Has expresado justo lo que pienso, y te agradezco muchísimo que lo hayas dicho tan claro. Como ya he comentado, a veces rumio las cosas más de la cuenta… Es un placer leer opiniones con tanta claridad y sentido común.
Un abrazo, y de nuevo, gracias por tu comentario. 🙂
Hola, Tarkion. Lo primero, felicitarte por el artículo y contenidos del blog. Navegando por la blogosfera, que es la única red social que merece la pena leer, caí en el tuyo y la verdad es que da gusto leerlo.
Bueno, en cuanto al tema que tratas. Hace un tiempo escuché en la calle a dos tipos discutiendo. La disputa terminó así "¡Anda, vete de aquí, discapacitao, pedazo de discapacitao!" Eso me llevó a los ochenta, en esos años, seguramente habría empleado el término "subnormal". Y es que por mucho neolenguaje inclusivo que intenten imponer, al final la realidad y la calle se impone y el sentido de una palabra evoluciona según sus reglas. En ese ejemplo, ¿qué más da el término empleado? El sentido con el que se utiliza es el mismo. Cuando discapacitado adquiera un sentido despectivo ¿qué nueva palabra inventaremos?
En otra ocasión, me hicieron ver que había que usar la palabra gordo era insultante. No recuerdo qué término me sugirieron. El caso es que le repliqué que, para mí, ser gordo no es un insulto, sino una circunstancia física, por eso no tengo problemas en usar esa palabra. Además, añadí que quizá quien tenía un problema con los gordos era esa persona, por cuanto consideraba que la gordura es algo malo y, por tanto, había que maquillarla para no ofender.
Respecto a eso del todos, todas y todes. Bueno, una vez lo puse en práctica en una red para mostrar cómo quedaría un simple párrafo de una novela si utilizáramos esa fórmula. El resultado te lo puedes imaginar, un tostón ilegible.
Al final, en mi opinión, se trata de puro márquetin político. Ese es el problema. Los partidos políticos para asegurarse el voto, precisan de segmentar el mercado electoral y, así, lograr una fidelidad de voto similar a la que un aficionado al fútbol mantiene con su equipo. Por mucho que tu equipo sea un desastre, nadie se cambia a otro. Ese es el sueño húmedo de cualquier político, que haga lo haga su votante le vote y eso solo lo puede conseguir con ese vínculo emocional e irracional.
Afortunadamente, todo este artificio empieza y termina en los medios de comunicación y las redes sociales. En la calle, la gente habla de manera natural. Espero no haberme extendido demasiado. Saludos!
¡Hola, David!
Lo primero, muchísimas gracias por tu comentario y por tomarte el tiempo de escribirlo. Me alegra saber que has llegado hasta aquí navegando por la blogosfera (coincido contigo en que es la única red social que realmente merece la pena) y que el blog te ha gustado. ¡Bienvenido!
Sobre lo que mencionas, es un punto muy interesante. El lenguaje cambia, sí, pero la intención con la que usamos las palabras se mantiene. Lo que comentas de la discusión en la calle es un claro ejemplo de cómo la realidad siempre se impone. Se puede intentar imponer un término más “correcto”, pero si la actitud detrás de la palabra sigue siendo despectiva, la palabra nueva acabará heredando el mismo uso peyorativo. Y cuando eso ocurra, se buscará otra palabra, y otra… hasta que volvamos al punto de partida.
El caso de "gordo" es otro buen ejemplo. Si una palabra se carga de connotaciones negativas, no es por la palabra en sí, sino por cómo la percibimos. Si alguien considera que llamarle gordo a una persona es ofensivo, no es por la palabra en sí, sino porque su propia visión de la gordura está influida por la idea de que es algo que debe ocultarse, disfrazarse o ridiculizarse. Y ahí es donde el problema es más profundo que el lenguaje.
Lo de escribir un párrafo completo con "todos, todas y todes"… bueno, ya lo has comprobado en carne propia. Más allá del debate ideológico, la realidad es que la lengua tiene un ritmo, una estructura y una lógica interna que, si se altera demasiado, se vuelve ilegible. Y como bien dices, la gente en la calle habla con naturalidad, sin estos malabarismos forzados que muchas veces responden más a estrategias políticas y de marketing que a una necesidad real del idioma.
Por aquí, en este blog, puedes extenderte todo lo que quieras, que como ya habrás visto, los textos y comentarios no tienen miedo a la extensión inhumana. Más bien al contrario: aquí nos gusta leer, argumentar y debatir sin prisas. Así que, de nuevo, bienvenido y gracias por sumarte a la conversación.
¡Un saludo, compañero! 😊
Hola Tarkion, muy bien expuesto el tema y agarrado de todas partes, más allá la verdad que la exclusión está dentro de las cabezas, que muchas veces no se pueden aceptar a sí mismas y buscan que los demás demuestren que las aceptan, un poco pienso es esta búsqueda de cambiar el idioma para no sentirse excluidos. Si hay discriminación y exclusión en la cabeza de muchos, más allá que se cambie o no el idioma seguirá estando, no se irá, por ese hecho y seguirán dominando aunque digan todes, como no se irá de la cabeza de aquellos que no se aceptan a si mismo. Es un conflicto, que ya se empezó con el movimiento para que haya un cambio, necesario para evolucionar de cierta manera, para que no existan más los roles de hombre y mujer en cierta forma, sino que se pierda esa distinción y no se mire el mundo a través de vaginas y penes y se empiece a ver de una manera más abarcativa. Abrazo bien grande
¡Hola, Themis!
Me ha parecido muy interesante tu reflexión sobre la exclusión como algo que muchas veces viene de dentro, más que del lenguaje en sí. Y es verdad, el problema no desaparece solo porque cambiemos palabras. Si la discriminación y los prejuicios siguen ahí, cualquier cambio lingüístico se quedará en la superficie.
Por otro lado, lo que mencionas sobre la evolución del lenguaje y la desaparición de roles de género es un punto clave. En el fondo, más allá de la gramática, lo que se está intentando es cambiar la forma en que entendemos las diferencias y construir una visión más amplia de la identidad.
Es un tema complejo y lleno de matices, pero lo importante es seguir debatiéndolo con apertura y sin imposiciones. ¡Un abrazo enorme!
Hola Tarkion, un artículo muy bien expuesto, y la verdad tiene mucha miga. Lo principal es el respeto al utilizar el lenguaje, según el contexto en que se use puede resultar ofensivo o no. A mi personalmente no me hace sentir mal ni excluida el que se use el masculino para generalizar, no me gusta nada el todes, los chiques, etc,etc… es que no me suena nada bien. Y cuando lo veo escrito me daña la vista.
Tolero y respeto pero creo que la clave es eso mismo, la tolerancia y el respeto.
De que sirve un lenguaje inclusivo si se falta el respeto en su uso.
Un abrazo Tarkion!
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Dakota. No veo racional modificar el diccionario incluyendo términos que incumplen todas las reglas de nuestra gramática. Tolerancia y respeto son dos actitudes vitales para vivir en armonía, algo que hoy por hoy resulta más bien una quimera.
Un abrazo.
¡Hola, Dakota!
Estoy completamente de acuerdo en que el respeto y la tolerancia son la clave de cualquier debate, y que el lenguaje debe adaptarse al contexto en el que se usa. Como dices, de poco sirve hablar de inclusión si luego la forma en que nos tratamos sigue siendo irrespetuosa.
Sobre el uso del masculino genérico, hay muchas personas que no se sienten excluidas por él, y eso es algo que no se puede ignorar. El problema empieza cuando se intenta forzar una forma de hablar que no fluye de manera natural, y ahí es cuando mucha gente siente rechazo.
El lenguaje cambia con el tiempo, pero lo hace de manera orgánica, no por decreto. Y como bien dices, el respeto siempre debe estar por encima de cualquier norma lingüística.
¡Gracias por pasarte y por compartir tu punto de vista! Un abrazo.
"El secreto está en la naturalidad, no en la imposición", como bien señalas. Lo que creo que está pasando es que nos vemos empujados hacia una especie de redil colectivo, donde las imposiciones "oficiales" tienen cabida y sin embargo el punto de vista individual, la libertad de pensamiento y de expresión, no caben. Vivimos en una permanente caverna de Platón en la que la realidad no es la que se percibe sino la que nos quieren imponer.
Cuando yo conocí a mi mujer, allá por los finales de los años ochenta, yo ya era sensible al uso del término "hombres" que lo acaparaba todo y eso lo comentaba con ella, aunque ella misma no le daba más importancia. Si no hay un run run machacón que te está recordando todo el tiempo desde medios de comunicación y redes sociales que hay que ser inclusivo, hay que ser inclusivo, como un mantra, no tienes por qué pensar que debes serlo a toda costa porque si no lo haces te estás saliendo del redil. Me viene a la memoria esa imagen de la película "La momia", me parece que es la segunda parte, en la que un conjunto de fieles hipnotizados por la momia van recitando por las calles "Imhotep" de forma repetitiva y con los ojos muy abiertos, sin pestañear.
En la sociedad en la que vivimos nos rodean muchos mantras, sobre todo referidos a la integración y la inclusión, que nos están marcando como si de reses se tratara, es mi opinión, y nos hemos metido en un berenjenal de tics y tocs que no nos permiten pensar y actuar con libertad.
Las mujeres son tan inteligentes o más que los hombres, más bien esto último, y algunas de ellas, las que obedecen a movimientos sociales manipuladores, tienen una percepción muy sensibilizada acerca de integración e inclusión, al igual que muchos hombres. Esto ofrece un panorama de opiniones y posturas radicalizadas que desvirtúa la realidad, según lo veo yo, pero mi opinión podría resultar también miope para otros, no lo sé. Esto es consecuencia tan solo del libre albedrío.
Desde luego, has elegido un tema de fondo que ofrece muchas aristas, porque es polémico hablar de estas cosas, sobre todo en una sociedad en la que parece que todo el mundo está pendiente por si es ofendido en cualquier momento ante opiniones que transgreden lo políticamente correcto. En tu escrito quieres alejarte de esto último y poner el foco en lo trascendente, en que nuestra forma de decir las cosas, la forma de hablar, es la que condiciona nuestra forma de pensar. Bajo mi punto de vista, la elección del tipo de lenguaje que usamos no influye en la forma de percibir la realidad ni la crea. Es más bien al contrario, la realidad que pretenden pintarnos condiciona nuestra visión de las cosas e influye en nuestra forma de pensar. Tienes toda la razón, pensar que con solo modificar las palabras conseguiremos una sociedad más justa es igual de ingenuo que creer que el lenguaje no influye en nuestra forma de pensar, pero aquí yo añadiría una variable: la manipulación de la información para crear inseguridades (cuando no miedo) en los ciudadanos por el temor de estos a salirse del redil que les protege, ese recinto ovejuno que mantiene a la gente unida por el pensamiento único.
Podríamos disertar sobre todo esto durante mucho tiempo, por lo que termino aquí y es para decirte que has confeccionado un excelente artículo que invita a la reflexión y a la interacción, lo que me resulta muy productivo y edificante. Es un sano ejercicio, en definitiva.
Felicidades.
Un fuerte abrazo.
¡Marcos, qué reflexión más potente!
Ese punto sobre la "caverna de Platón" y la imposición de ciertas ideas como verdades absolutas me parece crucial. Es cierto que, en muchos casos, más que buscar una evolución natural del lenguaje, lo que se intenta es dirigir la conversación en una dirección determinada, dejando poco espacio para el pensamiento crítico.
También me ha parecido muy acertada tu observación sobre cómo el lenguaje refleja la realidad en la que vivimos, pero no necesariamente la crea. Podemos cambiar palabras, pero si no hay un cambio real en la sociedad, el problema de fondo sigue ahí.
Y lo del "run run machacón" de los medios y redes sociales… pues sí, a veces parece que si no sigues ciertas normas, quedas fuera del "redil". La pregunta es: ¿estamos realmente avanzando o solo repitiendo consignas sin reflexión?
Has planteado ideas muy interesantes que dan para seguir debatiendo largo y tendido. Me alegra mucho que el artículo te haya invitado a reflexionar y compartir tu visión.
¡Un abrazo fuerte y gracias por pasarte!
Miguel, ¡pero qué buen artículo! Es un tema que también me tiene inquieta. El análisis que haces y los comentarios que vienen después están magistrales. La otra noche miraba televisión, un programa de debate sobre el tema y no le llega a esto de ustedes ni la décima parte.
Pero … sí, hablaban de los cambios que el lenguaje ha sufrido y que seguirá sufriendo, pero expresaban su total simpatía por añadir "todes", cosa que me hace ver en cuadrícula, me da vértigo y me eriza la piel. "Que si tienen que añadirse palabras, pues se hace y ya" y no se dan cuenta de que están destrozando el lenguaje. Que no hay respeto, y las cosas que mencionas, Miguel.
Buen rato me he pasado con esto, con estos análisis y también el de nuestra amiga filóloga.
No lo puedo negar, me preocupa y me disgusta el tema. Cierto Miguel que nada tiene que ver con "inclusión". Y bueno, lo has dicho todo tú y quienes han comentado, también.
Un abrazo!
¡Hola, Maty!
Qué alegría saber que el artículo te ha gustado. Y sí, muchas veces los debates en televisión o en redes sociales se quedan en la superficie y no profundizan en los matices del tema, algo que enriquece muchísimo cuando se hace bien, como en los comentarios que hemos tenido aquí.
Te entiendo perfectamente con lo de "todes". Para muchas personas, esa forma de hablar no solo suena extraña, sino que también choca con el respeto por la evolución natural del idioma. Al final, la inclusión real no tiene tanto que ver con cómo hablamos, sino con cómo nos tratamos y qué valores promovemos en la sociedad.
Me alegra mucho que en este espacio te hayas sentido a gusto para reflexionar y compartir inquietudes. Seguimos en el debate, porque estos temas siempre tienen muchas aristas por explorar.
¡Un abrazo grande y gracias por comentar!
Hola, Miguel. Muy buen artículo sobre un tema que crea mucha polémica.
Yo a la hora de escribir soy incapaz de utilizar el lenguaje inclusivo, porque creo que rompe el texto totalmente, pero sí que evito usar el término "hombre", porque no me gusta ni me parece correcto en pleno siglo XXI, cuando me refiero a los dos géneros. Prefiero utilizar palabras como personas, seres humanos, humanidad, humanos. No sé…
Sin duda, como tú bien dices, las palabras crean la realidad en muchos aspectos. De hecho, tienen un poder que no percibimos normalmente. Yo siempre alucino cuando oigo a alguien referirse a una persona de raza negra, como "de color". Y siempre pienso: "Y de qué color será" 🤔 No tengo que explicar la carga negativa que se le adjudica, de un modo sutil, a la palabra negro o negra. Y si todavía estamos así, dónde vamos con todes, si es que parecemos tontes 🤷🏻♀️
Cambiar el lenguaje sirve de poco o de nada, si otras facetas de la educación y de la sociedad no acompañan, y si lo que se vive en la familia, en la infancia y adolescencia, parece anclado en el siglo XIX a veces.
Y, ya para terminar, estoy totalmente de acuerdo contigo, en que el problema no es tanto el lenguaje inclusivo, sino que se haya intentado imponer con calzador.
Un abrazo 🤗
¡Hola, Beatriz!
Me ha resonado mucho lo que cuentas, sobre todo porque estás justo en ese punto en el que no hace falta ponerle nombre al dilema. Esa incomodidad sorda que no siempre se resuelve con técnicas o fórmulas más “amables”, porque al final lo que se resquebraja es la naturalidad. Y cuando eso pasa, por muy inclusivo que suene lo que decimos, algo no termina de encajar por dentro.
Coincido contigo en que cambiar ciertas palabras ayuda… pero solo hasta cierto punto. Lo de evitar “el hombre” o usar “personas”, “humanidad” o “seres humanos” sí, pero otros ejemplos parecen fácil sobre el papel, pero a veces, cuando se lleva años con un estilo asentado, esos cambios que parecen mínimos ya implican renunciar a una cadencia, a una manera de escribir. Y claro, ahí el conflicto no es solo ideológico, es narrativo. Pero como digo en el artículo, totalmente de acuerdo contigo.
Lo de “de color” me ha arrancado una sonrisa amarga. Es ese tipo de eufemismo que pretende suavizar pero en realidad revela justo lo que quiere disimular. Como si maquillar la palabra borrara la carga que arrastra. Lo que dices, si aún estamos en ese punto, ¿de qué estamos hablando?
Y sí, lo que termina generando más rechazo no es el lenguaje inclusivo en sí, sino que nos lo hayan querido servir en bandeja… a martillazos. Porque si algo necesitamos es espacio para replantearnos las cosas, no directrices cerradas que desactiven el propio debate que por otro lado requiere su tiempo. En fin, tema complicado sí.
Gracias por sumarte al hilo desde ese lugar tan honesto y sin afectación. Es en esos matices donde la conversación se vuelve interesante de verdad.
¡Un fuerte abrazo, compañera!