Escritora trabajando en un escritorio oscuro, rodeado de sombras que representan problemas de los escritores

Problemas De Los Escritores: Las Sombras Del Oficio

Durante años nos han vendido la imagen del escritor como un chamán moderno, iluminado por una musa caprichosa. Un ser etéreo que escribe en una cabaña con vistas al mar o en un café parisino, donde el espresso le llega gratis porque los escritores bohemios tienen un pacto secreto con los camareros. Pero la realidad de los problemas de los escritores es otra: un teclado con migas, café recalentado y una cuenta bancaria en coma inducido.

Seamos realistas: la mayoría de los escritores no viven en cabañas junto al mar, sino en apartamentos con goteras y vecinos que gritan. En lugar de cafés exquisitos, sobreviven a base de café recalentado en microondas. Y en vez de deslizar la pluma con gracia sobre pergamino antiguo, se pasan el día peleando con un procesador de texto que insiste en corregirles lo que escriben.

La verdad es menos glamourosa y mucho más despiadada: ser escritor es aceptar una relación tóxica con la creatividad, donde la pasión se mezcla con la precariedad y el esfuerzo con el síndrome del impostor.

Ser escritor no es un título, es una convicción

Seamos claros desde el principio: si escribes, eres escritor. No importa si publicas en una editorial prestigiosa o si tus historias aún duermen en un cajón esperando ver la luz. No importa si ganas millones o si solo has cobrado en "visibilidad" (esa moneda ficticia que no paga el alquiler). No importa si lo haces a tiempo completo, a ratos libres o en servilletas de cafetería. Ser escritor no es una etiqueta que alguien te otorga, es un estado del ser, una condena autoimpuesta a convivir con ideas que no te dejan en paz hasta que las plasmas en palabras.

Porque en este oficio hay algo peor que la precariedad y el plagio: el esnobismo. Los guardianes del Olimpo literario que creen que solo se es escritor si se han ganado su aprobación. Pero la verdad es que la escritura no pertenece a una élite, ni a los que tienen diplomas de creatividad literaria. La escritura es de quien no puede dejar de escribir, de quien moldea el lenguaje a su manera, de quien busca darle sentido a su mundo a través de las palabras.

Mujer sentada en un escritorio de madera antigua, rodeada de manuscritos y páginas dispersas. A la luz de una lámpara tenue, sus manos descansan sobre un papel en blanco mientras en el aire flotan siluetas difusas de ideas aún no escritas. La escena evoca la persistencia, la soledad creativa y el ciclo interminable de la escritura.

Persistir no es suficiente, pero rendirse tampoco es opción

Y sí, la persistencia es fundamental. Pero no es garantía de nada. Muchos escribirán durante años sin ser leídos, sin ver sus textos publicados, sin reconocimiento alguno. Y sin embargo, seguirán escribiendo, porque no hacerlo sería aún peor.

Así que si alguna vez has sentido que no eres “suficientemente escritor” porque no tienes un contrato editorial o porque tu blog tiene más arañas que visitas, olvídate de eso. La diferencia entre un escritor publicado y uno que aún no lo es no siempre tiene que ver con el talento o el esfuerzo, sino con un sinfín de factores impredecibles. Lo único seguro es que si dejas de escribir, entonces sí estarás fuera del juego.

Y ahora sí, hablemos de lo que realmente implica esta profesión. Porque escribir es un acto de amor y de guerra. Y si creías que lo más difícil era encontrar la inspiración, espera a ver la otra cara de la moneda.

La maldición del "trabajo soñado" y la dura realidad del oficio

Uno de los mayores problemas de los escritores es que su trabajo es considerado "vocacional". Lo que en la práctica significa que nadie espera pagarles bien por hacerlo. Porque, claro, "si te gusta escribir, ya estás disfrutando". Como si el placer de crear historias pagara el alquiler o cubriera la factura del supermercado.

El mito del escritor libre es peligroso porque disfraza la precariedad. Detrás de cada bestseller hay contratos leoninos, reescrituras infinitas y noches en vela preguntándote si no habrías estado más seguro como domador de leones. Pero el verdadero problema no es solo la explotación, sino la normalización de la miseria: el burnout se viste de compromiso y la absurda idea de que "si no te pagan, al menos te leen" sigue vendiéndose como un premio.

Bienvenidos al lado oscuro de la pluma

Escribir no es solo un oficio, es un pulso constante con la realidad. Porque la escritura no es solo crear mundos, es sostenerlos con esfuerzo mientras el tuyo se tambalea. No es solo dar vida a personajes, es pelear con los tuyos para que entiendan por qué pasas horas mirando la pantalla sin escribir una sola palabra.

Pero, a pesar de todo, seguimos haciéndolo. Porque la maldición de escribir es también su mayor bendición: aunque nos consuma, aunque nos deje exhaustos y mal pagados, nos negamos a dejar de hacerlo.

Así que sí, escritor bohemio de café humeante en una esquina de París, sigue con tu pose. Nosotros, los demás, aquí estamos, en pijama y con el café frío, escribiendo igual. Al final, la escritura es más sudor que musa, más angustia que bohemia. Y justo ahí es donde empiezan los verdaderos problemas de los escritores.


Escritor sosteniendo una pluma mientras las palabras que escribe se desvanecen en el aire, reflejando la frustración creativa.

El mito del escritor bohemio y la realidad del burnout

Nos vendieron la idea de que escribir es un arte sublime, que los verdaderos escritores son seres tocados por la musa, y que cuando la inspiración llega, hay que rendirse a ella y crear sin descanso. Lo que convenientemente olvidaron mencionar es que la musa tiene el peor sentido de la puntualidad del universo. Llega cuando quiere, se va sin avisar y, muchas veces, aparece solo cuando ya has entregado el texto y no hay vuelta atrás.

Por eso, el escritor profesional no puede depender de la inspiración, sino del pánico. El calendario de entregas no entiende de bloqueos creativos ni de crisis existenciales. Hay que escribir, con o sin ganas, con o sin ideas, con o sin haber dormido. Y ese es el principio de muchos de los problemas de los escritores.

El precio invisible de la escritura: agotamiento y presión constante

El burnout en escritores no es una historia trágica sacada de una novela. Es el día a día disfrazado de pasión. En un testimonio publicado por Inspire The Mind, una autora describe cómo la presión por el éxito y la autoexigencia la llevaron a un estado de agotamiento extremo, con síntomas como insomnio, ansiedad y bloqueos creativos debilitantes.

Los ingredientes de este cóctel explosivo incluyen:

  • Plazos imposibles: Porque si no produces rápido, otro lo hará antes que tú.
  • Autoexigencia enfermiza: ¿Podría haber quedado mejor? ¿Y si reescribo otra vez? ¿Y si no vale nada?
  • Aislamiento social: Escribir requiere soledad, pero a veces se siente como estar en un búnker sin luz ni conexión humana.
  • Incertidumbre constante: No importa si acabas de publicar algo increíble. Siempre estará el miedo a la pregunta: ¿y si lo próximo es un fracaso?

Escribir puede empezar como un refugio, un lugar donde el mundo real no puede tocarte. Pero cuando se convierte en una obligación sin pausa, el refugio muta en una cárcel con barrotes de autoexigencia y candados de ansiedad. Y ahí, sin darte cuenta, caes en uno de los problemas de los escritores más comunes: cuanto más amas escribir, más fácil es que te quemes.

Porque cuando tu pasión se vuelve tu profesión, la línea entre placer y sufrimiento se vuelve difusa. Ya no escribes solo porque te gusta, escribes porque si no lo haces, el algoritmo te entierra, la editorial te olvida o los lectores se van. Y así empieza la espiral.

"Bueno, al menos haces lo que te gusta" (y otras mentiras condescendientes)

Si un profesor, un enfermero o cualquier otro profesional dice que está agotado y necesita un descanso, la reacción general es de empatía. Si lo dice un escritor, la respuesta suele ser una palmadita en la espalda y un "bueno, al menos haces lo que te gusta". Como si la satisfacción personal eliminara el derecho a estar cansado.

La escritura es una de esas profesiones donde se espera que el placer sustituya al salario, donde la pasión justifique la explotación. No importa cuántas horas le dediques, cuántas noches en vela pases corrigiendo, cuántas veces reescribas el mismo párrafo hasta que suene perfecto. Si te quejas, eres un ingrato.

Pero, ¿sabes qué? Amar lo que haces no significa que tengas que aceptar la precariedad. No significa que no puedas pedir condiciones dignas, respeto por tu trabajo o, por lo menos, una pausa para respirar.

Porque sí, escribir es una de las cosas más maravillosas que existen. Pero no debería costarte la salud mental.


Escritor encadenado a su escritorio con cadenas hechas de manuscritos, simbolizando la autoexplotación en la escritura.

Autoexplotación disfrazada de vocación

Dicen que escribir es una pasión, un arte, una "llamada". Lo que no dicen es que también es un trabajo. Y uno en el que tu peor jefe eres tú mismo: sin horarios, sin prestaciones y, a veces, sin paga. Porque claro, si amas lo que haces, entonces no importa lo que cueste. ¿No?

El escritor freelance es el único empleado que se despide a sí mismo cada mes y aún así sigue trabajando.

Porque claro, si te gusta escribir, entonces no es un trabajo, es una especie de pasatiempo que, mágicamente, no necesita sueldo. ¿Para qué necesitas un sueldo decente si puedes pagar el alquiler con la satisfacción de ver tu nombre impreso en una web de terceros? Ah, espera… no puedes.

El espejismo de la estabilidad: escribir y sobrevivir

Hablemos de cifras. No de los millones que ganan los cuatro escritores superventas, sino de la realidad del resto. Según el Authors Guild Report 2023, la media de ingresos de los escritores a tiempo completo en EE.UU. es inferior a los 20,000 dólares anuales, lo que refleja la precaria realidad económica del sector. Si escribes a tiempo parcial, la cifra cae a 5,000 dólares.

Para ponerlo en perspectiva, eso es menos de lo que gana un becario trayendo cafés en una agencia de publicidad. Y sin seguridad laboral, sin prestaciones y, en muchos casos, sin la certeza de que tu siguiente proyecto será remunerado. Es uno de los grandes problemas de los escritores: la incertidumbre económica no es una fase, es el estado permanente de la profesión.

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Las plataformas digitales han convertido la escritura en un mercado donde la oferta es infinita, la demanda es exigente y la paga es de risa. Pero si creías que esto era lo peor, espera a ver cómo justifican esta precariedad con la trampa de la vocación. Antes, un escritor podía vender su libro y recibir regalías dignas. Ahora, con Kindle Unlimited, le pagan por páginas leídas. Sí, no por su libro, sino por cuántas páginas alguien decidió consumir antes de abandonarlo por un video de TikTok.

La trampa de la vocación: “Pero si te gusta escribir…”

El gran problema es que la sociedad sigue viendo la escritura como un hobby más que como una profesión. Algo que cualquiera puede hacer, porque “total, solo es escribir”. Como si fuera lo mismo teclear un tuit que construir una historia, investigar un artículo o desarrollar un guion.

Si eres escritor y te quejas de lo que ganas, prepárate para escuchar:

  • "Pero si te gusta escribir, no deberías preocuparte por el dinero.»
  • "Al menos alguien te está leyendo."
  • "¿Por qué no escribes un bestseller y te haces rico?"

Claro, porque todos los escritores tenemos una fórmula secreta para escribir el próximo Harry Potter, pero estamos aquí, perdiendo el tiempo, escribiendo artículos mal pagados por amor al arte.

Esta mentalidad es la que alimenta contratos editoriales abusivos, artículos no remunerados con la excusa de “ganar visibilidad” y plataformas que pagan centavos por contenido que llevó días en escribirse. Es el clásico “si no te gusta, hay mil más esperando tu puesto”, pero aplicado a un sector donde todos quieren entrar y pocos pueden vivir de ello.

Escribir no debería ser un lujo

La idea de que el arte debe sufrirse es una de las mentiras más tóxicas jamás contadas. La escritura no debería ser un privilegio reservado a quienes pueden permitirse escribir sin preocuparse por el dinero. Escribir debería ser un trabajo bien remunerado, porque sin escritores, el mundo sería un lugar vacío de historias, ideas y conocimiento.

Pero mientras el mercado siga normalizando que los escritores trabajen casi gratis, la pregunta no es si podemos vivir de escribir, sino cuánto estamos dispuestos a aguantar antes de dejarlo.

Muchos ya lo han hecho.


Sombra distorsionada copiando las palabras de un escritor en la oscuridad, representando la apropiación indebida de contenido y la precariedad laboral de los escritores.

Plagio e inteligencia artificial: los enemigos invisibles de la escritura

Como si el burnout y la precariedad no fueran suficientes, los escritores tienen dos depredadores (uno de ellos recién llegado): el plagio y la inteligencia artificial. Uno te roba el trabajo y lo vende con su firma; el otro lo mastica, lo regurgita y lo escupe como contenido genérico. Y lo peor es que nadie hace nada al respecto.

La era digital ha convertido el robo de contenido en un deporte olímpico. Antes, plagiar exigía cierto esfuerzo: había que copiar a mano, modificar frases, disimular el hurto. Ahora, un clic basta para duplicar un texto, traducirlo, reescribirlo y presentarlo como original, sin que haya consecuencias.

El plagio ya no es solo un problema ético. Se ha convertido en una estrategia de mercado.


Cuando el robo de contenido es rentable

¿Te imaginas que un pintor pasara semanas creando una obra y que, en cuestión de segundos, alguien la copiara, la firmara y la vendiera por internet sin pagarle un centavo? Bueno, eso es exactamente lo que pasa con los escritores. Y, lo más indignante, es que está normalizado.

Según un informe de Turnitin, el plagio digital ha evolucionado hasta convertirse en una estrategia de negocio en muchas plataformas, que reutilizan contenido sin atribución y lo presentan como propio.

Existen webs, redes sociales y hasta plataformas de libros que viven del trabajo de escritores sin su consentimiento. Algunos ejemplos:

  • Plataformas que roban artículos y los publican como propios, con anuncios que generan ingresos… para ellos.
  • Autores que se autopublican en Amazon con libros ajenos, modificando apenas algunas palabras.
  • Empresas que “curan contenido” (eufemismo para “copiamos sin pagar”) y lo presentan como propio en sus blogs.

Mientras tanto, el escritor original se queda sin reconocimiento, sin ingresos y con la duda existencial de si todo esto de escribir vale la pena.

Si el plagio humano era un problema, la IA llegó para decir: "Aguántame el café".

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La inteligencia artificial: entre herramienta y verdugo

La IA era, en teoría, una aliada. Podía ayudar a los escritores a corregir textos, generar ideas o automatizar tareas tediosas. Pero ahora se está comiendo el pastel entero… y ni siquiera ha dejado las migas.

Herramientas como ChatGPT, Bard y otros generadores de contenido han demostrado ser capaces de producir textos en segundos. No se trata solo de automatizar respuestas o generar descripciones de productos. Cada vez más empresas están reemplazando a redactores, guionistas y periodistas con la frialdad de quien cambia un cartucho de tinta.

Un análisis de la Harvard Gazette advierte que la inteligencia artificial ya está reconfigurando el mercado laboral de los escritores, desplazando a redactores, guionistas y periodistas en múltiples sectores.

Los efectos son devastadores:

  • Devaluación del trabajo creativo: Si una máquina puede escribir artículos sin cobrar, ¿para qué pagar a un humano?
  • Plagios disfrazados de reescritura: La IA recicla contenido existente y lo modifica lo justo para que no lo detecten los filtros.
  • Pérdida de credibilidad: Con tanta información generada sin supervisión, cada vez es más difícil saber qué fue escrito por un experto y qué por un algoritmo.

Aquí es donde entra la gran paradoja: la tecnología que prometía ayudar a los escritores los está desplazando.

¿Habrá espacio para los escritores humanos en el futuro?

Ahora viene la pregunta que nadie quiere responder: ¿seguirá habiendo sitio para los escritores humanos en un mercado dominado por la IA?

La respuesta corta es: sí, pero solo para quienes se adapten.
La respuesta larga es: habrá menos oportunidades, más competencia y un valor creciente en lo que solo un humano puede ofrecer: originalidad, emoción, profundidad.

El reto es doble:

  1. Exigir regulaciones que protejan la autoría y los derechos de los escritores.
  2. Demostrar que la creatividad humana sigue siendo insustituible.

Porque una IA puede escribir un texto decente, sí. Pero no puede escribir con alma, con experiencia, con autenticidad.

Y mientras haya lectores que busquen algo más que contenido “optimizado”, seguiremos teniendo un lugar en la mesa. Aunque sea peleando por la última silla.


Escritora con las manos en la cabeza, rodeado de montañas de manuscritos, reflejando la fatiga y el desgaste mental de la profesión.

El precio físico y mental de la escritura: ¿y si los escritores también tuviéramos sindicato?

Si alguien te dice que escribir no es un trabajo físico, te invito a observar a cualquier escritor después de una sesión intensa de escritura. Hombros encorvados como un troll de las cavernas, muñecas en estado de queja formal y ojos enrojecidos como si hubieran pasado la noche llorando por una ruptura amorosa. No es solo una cuestión de pasión o disciplina, los problemas de los escritores también afectan al cuerpo, y de maneras que nadie advierte hasta que ya es tarde.

Porque no, la escritura no es solo un ejercicio mental. Es una prueba de resistencia física diseñada por el mismísimo diablo del sedentarismo.

El cuerpo del escritor: una colección de achaques

El oficio de escribir conlleva un peaje físico que nadie menciona en las entrevistas románticas a autores de renombre. Mientras el imaginario popular nos pinta como figuras etéreas flotando entre palabras, la realidad es que estamos a un par de malas posturas de convertirnos en una campaña publicitaria de fisioterapeutas.

Los enemigos físicos del escritor incluyen:

  • Síndrome del túnel carpiano: Porque escribir con furia durante horas tiene consecuencias.
  • Dolor de espalda y cuello: Se empieza con una leve molestia y se termina buscando sillas ergonómicas como si fueran el Santo Grial.
  • Fatiga visual: Mirar fijamente la pantalla sin pestañear, con la intensidad de quien intenta leer la mente de su computadora, nunca ha sido buena idea.
  • Migrañas: Entre las luces azules, el estrés y la cafeína, ¿quién no acaba con la cabeza a punto de explotar?

Un estudio médico reciente confirmó lo que los escritores ya sabíamos sin necesidad de ciencia: las largas horas de escritura sin movimiento convierten el cuerpo en una masa contracturada de frustración.

Escribir es, literalmente, un trabajo de alto riesgo para el esqueleto. Lo único que falta es que nos den un casco y un seguro por invalidez.

Un análisis publicado en The Urban Writers señala que los freelancers, incluidos los escritores, enfrentan serios riesgos para su salud debido a la naturaleza sedentaria de su trabajo, lo que puede derivar en dolor crónico, fatiga visual y problemas posturales.


Escritor sentado solo en una habitación oscura, con la cabeza apoyada en las manos, rodeado de palabras flotantes y garabatos caóticos que simbolizan la ansiedad, el insomnio y la presión creativa.

La salud mental del escritor: el peso invisible de la creatividad

Si el desgaste físico no fuera suficiente, hablemos del otro gran peaje de la escritura: la salud mental. Porque sí, los problemas de los escritores no solo se miden en bloqueos creativos, también en ansiedad, insomnio y en la sensación de que tu cerebro nunca ficha de salida.

La imagen del escritor solitario no es un cliché exagerado. La escritura es una profesión que exige introspección, largas horas de aislamiento y una convivencia constante con la propia mente. Y a veces, la mente no es la mejor compañía.

Pasamos horas creando mundos, explorando emociones y desmenuzando pensamientos… pero en el proceso, nos aislamos del mundo real.

  • ¿Fiestas? No puedo, estoy escribiendo.
  • ¿Salir a tomar algo? Tal vez, si mi cerebro deja de obsesionarse con esta frase.
  • ¿Hablar con alguien? ¿Sobre qué? Llevo tres días encerrado con personajes ficticios.

Este aislamiento puede derivar en ansiedad, depresión y una relación de amor-odio con la creatividad. Porque, paradójicamente, cuanto más te sumerges en la escritura, más difícil es salir de ella.

El mito del artista torturado: una trampa peligrosa

Y cuando un escritor busca apoyo, ¿con qué se encuentra? Con una industria que romantiza el sufrimiento. La narrativa del “artista torturado” se ha normalizado hasta el punto de parecer un requisito para la genialidad. Es uno de los problemas de los escritores más dañinos: la idea de que, si no sufres, no eres un verdadero creador.

La cultura popular nos ha vendido que los grandes escritores eran atormentados, bebedores compulsivos, depresivos o reclusos sociales. Como si la angustia fuera el precio de la genialidad. Como si para escribir algo valioso tuvieras que estar al borde del colapso emocional.

La verdad es que este mito ha hecho mucho daño. Escribir bien no debería ser sinónimo de sufrir. Un escritor no necesita quemarse para crear. No necesita llegar al límite para que su trabajo tenga valor.

Pero la industria editorial, el mercado y la cultura del “si no te sacrificas, no eres un verdadero artista” han normalizado la idea de que los escritores deben estar dispuestos a pagar cualquier precio por su oficio.

No, gracias. Ya pagamos suficiente con la espalda destrozada y las migrañas de campeonato.

Escribir sí, pero no a cualquier costo

La escritura es una de las actividades más fascinantes que existen, pero no debería costarnos la salud.
Necesitamos romper con la idea de que escribir es una especie de sacrificio sagrado donde el dolor es parte del proceso. Se puede escribir sin destruirse en el intento.

Así que, si eres escritor y te sientes culpable por descansar, por hacer pausas o por poner tu bienestar antes que tu producción, recuerda esto: ni el mejor libro del mundo vale más que tu salud.

Y si alguien te dice lo contrario, que se siente a escribir 10 horas seguidas sin moverse y luego hablamos.

Mantener la disciplina sin caer en el agotamiento es un equilibrio difícil. En IAdicto Digital te explico cómo desarrollar el hábito de escribir todos los días sin perder la motivación ni sacrificar la salud mental.


Pequeña figura sentada frente a una página en blanco gigante que se extiende hasta el horizonte, representando el miedo a la creatividad y los problemas de los escritores

¿Vale la pena enfrentarse a los problemas de los escritores?

Después de todo este desfile de horrores—burnout, precariedad, plagio, explotación y dolores de espalda—cabe preguntarse: ¿por qué seguimos escribiendo, si los problemas de los escritores parecen multiplicarse como conejos en un campo de batalla?

¿Por qué, si es un camino lleno de trampas, seguimos sentándonos frente a la página en blanco, dispuestos a vaciarnos en cada párrafo? ¿Por qué, a pesar de todo, volvemos a teclear, corregir, reescribir y repetir el proceso hasta el agotamiento?

La respuesta no es sencilla. Para muchos, escribir no es una elección. Es una necesidad. Una forma de entender el mundo, de darle sentido al caos, de convertir pensamientos en palabras y palabras en impacto.

Escribir es resistencia, aunque nos quieran hacer creer lo contrario

Es cierto, la escritura necesita un cambio estructural.

  • Hay que hablar de salud mental en la profesión sin glorificar el sufrimiento.
  • Hay que exigir condiciones dignas sin que eso suene a capricho.
  • Hay que aprender a poner límites sin sentir culpa.

Porque los problemas de los escritores no deberían ser la norma, sino una señal de que algo está fallando en la industria. Escribir no debería ser un sacrificio, sino un pacto justo entre el talento y el mercado. Un acuerdo donde la creatividad tenga valor, donde las historias importen y donde el esfuerzo de un escritor se vea reflejado no solo en aplausos, sino en estabilidad.

Pero hasta que ese cambio llegue, seguiremos escribiendo.

Seguiremos escribiendo porque no sabemos no hacerlo. Porque, aunque nos cueste, aunque duela, aunque a veces pensemos en rendirnos, las palabras nos llaman.

Las sombras existen, pero la luz también

Sí, la escritura tiene sombras. Pero también ilumina.

Cada texto que cambia la forma en que alguien ve el mundo, cada historia que conmueve, cada idea que se convierte en inspiración es una prueba de que, a pesar de todos los problemas de los escritores, sigue valiendo la pena.

Así que, a quienes seguís aquí, a quienes seguís escribiendo en la incertidumbre, a quienes no podéis evitar plasmar vuestra voz en palabras, esto es para vosotros:

🔥 Escribid.
🔥 Luchad por vuestro lugar.
🔥 No permitáis que nadie os convenza de que vuestro trabajo no vale.

Porque escribir no es solo contar historias, es resistir. Y mientras el mundo insista en borrarnos, seguiremos aquí, palabra a palabra, recordándole que existimos.

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Ric
Ric
21 de febrero de 2025 08:43

Hola Miguel, es muy cierto lo que expones, yo no soy escritor, pero como te dije en una ocasión, monté el blog porque me gusta contar mis experiencias y las cosas que he aprendido en mi vida, cultura de compartir, no te guardes nada, a mi esto me hace feliz.
No obstante, y llegada mi avanzada edad, tengo un proyecto pendiente, es escribir un libro de muchos artículos que he publicado en mi blog, no es para ganar dinero, si viene, bienvenido sea, es una manera de verme realizado, tampoco importa, me apetece escribir ese libro, ya planté árboles, y eso es lo que me queda, ¡un cordial saludo! 👍😊

Mercedes Soriano Trapero
21 de febrero de 2025 18:45

Hola, Miguel, tocas tantos palos en tu artículo que voy a ver si no me dejo nada… Yo me considero escritora, aunque creo que la sociedad no por eso de ser autopublicada. Escribo desde casi que tengo uso de razón, me hacía mis propios libros de cuentos, escritos y dibujados por mí, con ocho-diez años. Entonces publicar algo mío fue solo cuestión de tiempo y ahora por descontado, lo publique yo o me lo publiquen, seguiré escribiendo porque es mi filosofía de vida. Aunque no creo que me dé para vivir de eso, nunca, eso lo tengo muuuuuy claro.
La creatividad, la musa, la inspiración y demás, va unido a tu proceso. Siempre vas a tener ideas, solo que a veces no les prestarás atención. Si te gusta escribir, las ideas nunca te van a faltar, solo siéntate delante del folio y fluye. Cuanto más lo hagas, más creativo serás. (No hace falta que te diga esto porque me consta que tú escribes mucho).
Y en cuanto a la IA, qué pereza me da hablar de ella. Si a alguien le gusta escribir, si es una pasión, esa persona es muuuuuy tonta si utiliza la IA para que le escriba un texto, pero muuuuuy tonta… Y nada más que añadir.
Muy buen artículo y qué viva la escritura y la creatividad.
Un abrazo. 🤗

Miguelángel Díaz Díaz
8 de marzo de 2025 08:56

Muy interesante y clarificador, Miguel.
Das una visión compleja abarcando muchos puntos de vista sobre lo que supone ser escritor con sus ventajas e inconvenientes, sus desvelos e inspiraciones. Todo partiendo de la primera premisa: escritor es quien escribe, aunque no viva de ello, quien necesita comunicarse con sus publicaciones. En ese grupo estamos muchos que lo hacemos por afición, sin ánimo de publicar entre los que me encuentro. A partir de esa definición, los problemas, las angustias, desvelos y las certezas las reflejas con rotundidad en tu publicación.
Ha sido curioso ver el reflejo de tu reflexión en el día a día.
Un fuerte abrazo 🙂

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