Rosario Pascual Lira: mi abuela, la mujer que tejía vida entre partos y poesía

Mi abuela no era de esas mujeres que piden permiso para dejar huella. Lo hacía sin darse cuenta. O quizá sí… pero jamás presumió de ello. Se llamaba Rosario Pascual Lira, y aunque nació en Osuna allá por 1912, su vida fue cualquier cosa menos pequeña. Fue matrona, practicante, poetisa autodidacta, madre de siete hijos, viuda demasiado pronto, y abuela de veintidós nietos. Uno de ellos soy yo. Nací en 1970, y tuve el privilegio de conocerla bien.

Y si hoy escribo esto es porque creo que las personas como ella merecen ser recordadas, incluso cuando nunca buscaron ser vistas. Porque si hay alguien que me enseñó —sin decirlo— que una vida intensa no necesita focos, fue mi abuela.

La mujer que no se rendía (aunque tuviera razones para hacerlo)

Siempre me impresionó su fuerza. No solo física, que la tenía. Era otra cosa. Esa entereza que no se aprende, esa mezcla de carácter y ternura que te deja sin argumentos cuando crees tener razón. Mi abuela perdió a su marido muy joven, cuando aún tenía siete hijos que alimentar. La mayor tenía 14 años. La más pequeña, nueve meses: mi madre.

En vez de venirse abajo, se levantó. Se levantó todos los días. Trabajó como matrona, como practicante, como madre, como todo. Pero nunca dejó de ser Rosario. Esa mujer con una inteligencia magnética, una independencia rara para su época, y una dignidad que ni el dolor pudo doblar.

La partera que recitaba versos entre contracciones y barro

A veces me la imagino caminando sola, de noche, por los campos de la campiña sevillana, rumbo a otra casa donde la esperaban para traer al mundo una nueva vida. Lloviera o no, llegaba. Sin coche al principio, luego sí: fue la primera mujer que condujo en toda la campiña de Sevilla. Y mientras caminaba, con los dedos tanteaba las sílabas de los versos que nacían en su cabeza. Medía las rimas mentalmente, contaba, ajustaba… sin papel, sin móvil, sin grabadora. Solo su memoria como cuaderno y su vocación como brújula.

No siempre le pagaban con dinero. A veces eran huevos. A veces garbanzos. A veces, nada. Y ella seguía. Porque entendía su labor como algo más grande. No solo era matrona. Era médica sin título, curandera por necesidad, consejera emocional cuando hacía falta. Una presencia que inspiraba respeto, cariño y algo que no sé si se puede nombrar con precisión… pero que embargaba.

Cuando por fin hubo silencio, empezó a escribir

Durante décadas no tuvo tiempo para ella. Ni para escribir, ni para llorar, ni para pensar en otra cosa que no fuera sobrevivir. Pero cuando sus hijos crecieron, cuando la casa empezó a vaciarse un poco, ella hizo lo que llevaba años postergando: escribir.

Y vaya si escribió.

Su primer libro se publicó en 1974: La apendicitis de doña Petra y poesías varias. El título ya dice mucho de su humor, de su mirada aguda. No escribía para agradar, ni para figurar. Escribía porque le salía del alma. Cualquier momento era bueno. Una libreta, una servilleta, un pensamiento fugaz. Todo era materia poética para ella.

Nunca vendió un solo libro. “Los libros de Doña Rosario no se venden, se regalan”, decía. Y no era una pose. Era su forma de entender la vida: lo valioso no se compra.

El chalet de verano: su revolución callada

Hay un lugar que guardo en la memoria como un santuario emocional: el chalet. Ella lo construyó para que su familia —tan grande y desperdigada— tuviera un punto de encuentro. Cada verano, hijos, nietos y hasta las parejas de los nietos nos reuníamos allí. Rosario no necesitaba grandes discursos sobre la familia: simplemente la hacía posible.

Ese chalet era más que un refugio. Era su visión del amor en acción. Un hogar ampliado donde lo importante era que estuviéramos juntos. Donde ella nos observaba, nos escuchaba, y en silencio, se aseguraba de que supiéramos querernos.

Rosario, la mujer que no pidió permiso para ser inolvidable

En 1997, con la salud ya frágil, fue nombrada Hija Adoptiva de Paradas. Recuerdo perfectamente el acto. Verla allí, con su voz clara y firme, presentando Fluctuando entre tierra y cielo mientras el pueblo entero la aplaudía… fue uno de esos momentos donde sabes que estás presenciando historia. De la íntima, de la que no sale en los libros pero permanece en las familias.

Fue pionera en la campiña y para mí, más allá de cualquier espacio geográfico. En todo. En salir del rol asignado, como mujer, en estudiar cuando nadie la apoyó, en conducir, en escribir, en apoyar y ayudar a familias enteras en épocas complicadas y traumáticas. Y sin embargo, nunca se llamó a sí misma feminista, ni artista, ni heroína. No lo necesitaba. Ella era. Y punto.


🌿 Tres sonetos (y un guiño final)

A mi abuela no le hacía falta un micrófono. Le bastaban catorce versos… o alguno más si le venía en gana. Aquí comparto cuatro piezas suyas —tres sonetos clásicos y un soneto ampliado con epílogo final— porque hay cosas que no deben quedarse solo en los cajones familiares.

📖 A mis hijos, nietos y bisnietos

Hijos míos: En las páginas que escribo,
un gran trozo de mi alma hoy os dejo.
Si al leerlas vislumbráis de mí un reflejo,
a Dios gracias, con vosotros aún convivo.
 
Sólo un ruego: Vuestros pechos sean archivo
de esta obra de cariño y de consejo.
Si la honráis como merece, será espejo
cuyos mágicos destellos yo percibo.
 
Sea mi rima florecilla y blandos rezos
que os acerque el Gran Señor, de amores, prieta.
¡Ya de gozo y esperanzas, mi alma… llora!
 
Cada letra y cada estrofa sean los besos
que no os diera en mi vida tan inquieta.
¡Recibidlos cada día y cada hora!


Llamé al cielo

A las puertas del cielo yo he llamado
y el cielo – así es – me ha respondido.
Desde entonces, deseos he sentido
de dar a conocer lo que he logrado.
 
Hoy me gozo y me siento compensado
de los muchos azotes que han sufrido
mi espíritu y carne…, si han valido
para hallar ese reino tan sagrado.
 
Hoy ofrendo un mensaje: ¡valentía
para afrontar las ruedas de un destino
que es la luz y esperanzas de un mañana!
 
¡Posesión de otra era soberana,
que cualquiera no halla en su camino
por negarse a creer tanta alegría!


🌸 Poesía

Es poesía la flor de una sonrisa,
la grandeza de un alto pensamiento,
el azul del inmenso firmamento,
el canto de una fuente, lluvia y brisa.
 
Es poesía el misterio de una misa
si se escucha con fe y recogimiento;
el amor que refunde sentimientos,
la mirada de un niño y franca risa.
 
Es poesía ese rayo de la luna
que, furtivo, traspasa tu balcón
y te ofrenda, incarnal, un beso y vida.
 
Y, de ensueños dorados encendida,
es poesía, ¡ay, madre!, tu canción
que se eleva hasta Dios desde la cuna.


🌺 Yo me llamo Rosario Pascual Lira

(Fragmento de “Soplos de esperanza” – soneto ampliado)

Yo me llamo Rosario Pascual Lira;
nací en la Ducal Villa de Osuna;
donde un gran Bachiller tuvo su cuna
y el halo de sus huellas se respira.
 
No me trae hoy aquí la vana mira
de alcanzar, con mis versos, sol o luna;
estar entre vosotros ya es fortuna:
ilusión que, alentándome, me inspira.
 
Medio siglo en el pueblo de Paradas
ejercí de matrona y practicante,
reñida con la pluma y la almohada:
 
Siete hijos, viuda, y al pueblo dada,
de quietud no gocé un solo instante
y clamé por ser vieja y jubilada.
 
En Sevilla hoy vivo liberada,
y, aunque tengo a Morfeo por amante…
¡con la pluma flirteo de madrugada!


Porque no hay herencia más profunda que la palabra

Mi abuela murió en 1998. Pero no se fue del todo. Cada vez que escribo, cada vez que intento mirar el mundo con un poco de belleza, un poco de verdad y algo de ironía, ella está ahí. En mi voz. En mis palabras.

Y este artículo es, simplemente, una forma de decirle gracias.

Gracias por no rendirte jamás.
Gracias por escribir.
Gracias por vivir con dignidad.
Gracias, abuela Rosario… por tu ejemplo.



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Merche
2 de abril de 2025 08:10

¡Miguel!
¡Qué homenaje más bonito has hecho a tu abuela! ¡Me encanta! ¡Enhorabuena por él y por la abuela tan grande que has tenido!
No me extraña que tú escribas, has tenido un gran ejemplo. Exquisitos los poemas, me ha gustado mucho el de la poesía, suscribo cada una de sus palabras.
Como dices, es din duda un ejemplo a seguir para toda la familia y como también dice ella en uno de sus poemas, me alegra que os miréis en esos versos y hables de su labor y de ella, por supuesto.
Seguro que desde el cielo te alienta cada vez que te pones a escribir.
Un abrazo. 🙂

Beatriz
2 de abril de 2025 10:03

Buenos días, Miguel.

Qué bonito post. Seguro que tu abuela, allá donde esté, está orgullosa de ti.

Y que suerte tener una mujer así en la familia, porque en la infancia y adolescencia, aunque podemos no comprender muchas cosas, todo lo que vivimos va calando en nuestra personalidad y ya en la vida adulta, esas semillas pueden hacerse cada vez más visibles, más concretas.

Con los poemas me he quedado alucinada, vaya talento y manera de escribir para una mujer de esa época. No sé si tuvo la oportunidad de ir a la escuela.

Un abrazo enorme!!

Beatriz
Responder a  Tarkion
2 de abril de 2025 14:17

Tu abuela fue una de esas mujeres que no pudo hacer realidad sus sueños, no solo por lo difícil de la época, sino también por su condición de mujer. Imagino que sus padres no le permitieron estudiar arte dramático por la mala fama que tenía entonces, eran los cómicos. Y al final se formó en una profesión "permitida" para mujeres, matrona. Podía haber sido enfermera o maestra, pero nada más se les permitía a las mujeres entonces. Eso, y cuidar a los hijos y al marido. Y a pesar de todo, Rosario siguió aferrada a su sueño. Maravilloso ✨️🤗

Mª José Sánchez
2 de abril de 2025 15:56

Te encuentro en un comentario del blog "Acervo de letras" y me acerco con curiosidad y vaya con lo que me encuentro. ¡Qué bonito homenaje a tu abuela! Me ha gustado mucho la muestras de escritura de tu abuela. El que más el último cuando habla de ella misma.
Un placer haberte encontrado. Un placer leerte.

Jose Sanchez
2 de abril de 2025 16:27

Olvidamos en esta vida que antes de nosotros nuestros padres y nuestros abuelos tuvieron una vida, tener memoria genética siempre nos servirá para no repetir los mismos errores y tener una base de donde partir, excelente post

Dakota
2 de abril de 2025 17:42

Hola Miguel.
Que bonito homenaje a tu abuela, una gran mujer sin duda, rompiendo los roles de esa época.
Se nota tu amor por ella, tu admiración y no me extraña que así sea.
Que preciosidad de poesías, desde luego todo un ejemplo a seguir.
Una mujer abriendo paso en esa sociedad difícil para ellas.
Te felicito Miguel.
Un abrazo.

ana piera
2 de abril de 2025 23:26

Hola Miguel, no sé por qué me pide acceder. Es un poco fastidioso eso. Bueno, soy Ana Piera de Píldoras para Soñar. Me ha encantado tu entrada, un muy hermoso homenaje a tu abuela que por lo que se ve era una señorona en toda la extensión de la palabra. Una mujer muy fuerte, bueno esas épocas creaban personas fuertes de por sí, pero creo tu abuela es bastante fuera de serie. ¡Qué bueno que al final tuvo tiempo para ella! y un gran privilegio poder leer sus poemas que están bellos. Ahora entiendo cuánto te gusta escribir, te viene de familia. Gracias por compartir su historia. Te dejo abrazos.

Marcos
3 de abril de 2025 15:14

Eso de dejar huella sin darse cuenta es común a otras personas que conozco en mi familia y que me han marcado a fuego, como mi padre y mi hermano Vicente.
¡Siete hijos y veintidós nietos! Eso es una familia de récord. La necesidad de sacar adelante a una familia numerosa faltando tu abuelo debió ser para tu abuela una experiencia difícil y traumática, sobre todo.
Hay que ver cuánto me recuerda a mi madre. Entereza, carácter, ternura, una dignidad y fuerza para levantarse a prueba de bombas; nunca mejor dicho por todo lo que para ella supuso haber soportado la Guerra Civil.
Las virtudes que definen a tu abuela, “La partera que recitaba versos entre contracciones y barro”, caminando de casa en casa por los campos y enfrentando las inclemencias del tiempo, me recuerda al homenaje al médico rural que figura en forma de estatua de un médico a caballo, pues era este el medio de transporte, que puede verse a la entrada del pueblo de Potes. Tu abuela encima tenía que desplazarse a pie, doble mérito pues. Luego vino el coche, con más mérito aún por ser la primera mujer con carnet de conducir de toda la campiña sevillana.
Y luego está su amor por la poesía y su capacidad deslumbrante para componer. Es admirable que midiera las rimas mentalmente. “Solo su memoria como cuaderno y su vocación como brújula”. Deslumbrante también es tu verbo, querido amigo. Ahí se nota, quizás entre otras muchas virtudes, la herencia recibida.
Ser una consejera emocional que inspiraba respeto y cariño son aspectos que llenan todos los huecos de la personalidad de las personas muy especiales, que brillan con luz propia.
Estoy contigo cuando dices que tu abuela escribía “porque le salía del alma”, sin importar el momento ni el lugar, ni la circunstancia de no tener papel a mano. Era pura inspiración apasionada. Y su manera de entender que lo valioso no se compra, regalando sus libros, eso sí que no tiene precio (me permito la licencia de una broma).
“(…) nos escuchaba y en silencio se aseguraba de que supiéramos querernos” es una frase que debo destacar. Me ha impresionado lo bien que defines el amor a su familia en un mensaje tan directo y emotivo.
“Nunca se llamó a sí misma feminista, ni artista, ni heroína. No lo necesitaba. Ella era. Y punto”. No se puede decir más claro, Miguel. Eres excepcional, como tu abuela.
Son entrañables los sonetos que nos traes aquí, las poesías, el que comienza con “Yo me llamo Rosario Pascual Lira; nací en la Ducal Villa de Osuna; donde un gran bachiller tuvo su Cuna y el halo de sus huellas se respira”.
El gran bachiller supongo, no lo sé con seguridad, debió ser Pedro Téllez-Girón y Velasco.
“Siete hijos, viuda, y al pueblo dada, de quietud no gocé un solo instante y clamé por ser vieja y jubilada”. Qué disfrute leerlo, Miguel.
Descubres tus sentimientos hacia tu excepcional abuela con tanta intensidad emocional, tanta ternura, que haces que se filtre en otros corazones, como el mío sin duda. Tu forma de expresar el amor, la devoción que sientes por tu abuela, te enaltece como la persona que ya sé que eres.
Te felicito por tan buen recuerdo de una mujer luchadora, cuando la palabra “empoderada” no sonaba, afortunadamente, por ninguna parte, porque en aquel tiempo nadie podía andarse con esas cursilerías para demostrar que entregaba su vida para luchar por su familia, con los medios que había conseguido labrarse por sí misma.
Como bien dices, “una vida intensa no necesita focos”. Por cierto, la mención que haces a su “inteligencia magnética” me recuerda mucho a ti. Esa podría ser una buena definición de tu mente, de tu persona.
Gracias, Miguel.

Themis
3 de abril de 2025 17:17

Bello, bello y no se diga sus versos, que caen cadenciosos en el alma y te la levanta se encuentre donde se encuentre, o la eleva a los cielos o si está en el suelo la para. Gran abuela te ha regalado la vida y también ese gen que guardas de narrativa. Te mando un abrazo grande y gracias por compartir a esta gran mujer

Cristina
4 de abril de 2025 18:18

Qué homenaje más bonito a tu abuela, Miguel.
Menuda vida tan dura, menuda madre coraje, menuda mujer "puedecontodo" y adelantada en su época. La verdad es que las abuelas deberían ser eternas. Seguro que desde allá donde te esté viendo está muy orgullosa de ti y de lo que estás escribiendo 😉

Maty Marín
5 de abril de 2025 00:11

¡Hola querido Miguel!

Me he tomado más tiempo del normal en paladear cada palabra tanto de tu escrito como de los comentarios, de todo lo que despierta una mujer como Rosario Pascual Lira. Totalmente fuera de serie, todos debieran conocerla, es además de todo inspirador y motivador.

Mi madre y mi abuela pasaron por grandes obstáculos para vivir sus vidas y fueron situaciones totalmente diferentes, me parece increíble la historia de Rosario por haber hecho todo lo que hizo en un tiempo tan difícil y, sin embargo, lograr todo lo que logró: SER, dejar huellas imborrables y ahora volverlas a dejar en quienes estamos leyendo esto.

¡Vaya ser humano, vaya mujer! Cualquier palabra que diga no le hace justicia, como suele suceder con aquello que conmueve de una manera tan honda. Las palabras nunca son suficientes, no dejan ver lo que en realidad fue su vida y su labor, más que saberla, leerla, conocerla.

Estoy conmovida, y mucho. Su vida fue toda una hazaña. Desde sus deseos, que le fueron negados, hasta todo lo que con su sola presencia supo demostrar. Su poesía es bella, bellísima. Y lo dicen en los comentarios y te lo digo yo también, Miguel: mira la herencia que nos deja tu abuela: TÚ. Tu escritura es un total deleite en cualquiera de tus facetas, leerte es saber que se tiene enfrente a un ser humano muy, pero que muy especial. De esos que en la vida da tanto gusto encontrar. Y más que gusto: que devuelve esperanzas quizá extraviadas en el camino, que te dejan saber que las cosas por las que pasamos, la vida misma, valen la pena.

He expresado antes mi alegría y buena fortuna por haberte encontrado en el camino, la sigo y seguiré expresando porque la estoy viviendo en todos mis momentos. Incluso cuando no estoy aquí aparentemente, mi espíritu conecta y sabe que existes, y sólo queda darme cuenta de que la vida muchas veces, muchas, es buena.

Ahora queda conmigo también Rosario. Rosario y Miguel, GRACIAS POR TANTO! Los abrazo de corazón.

finil
finil
11 de abril de 2025 06:31

Tarkion que te voy a decir?
Enhorabuena simplemente por haberla conocido, porque fuera algo tuyo y por haber podido disfrutar de ella.
Las mujeres de antes, tenían más vida en una tarde que muchos en toda su existencia. Hoy nos quejamos del café frío y ellas paraban el mundo con una mirada. Eran de otra pasta, sin duda. Ojalá nos quedara algo de esa receta.
Curtidas por la posguerra, las penas y la escasez, sabían levantar familias enormes y no necesitaban capa y espada para ser heroínas. Les bastaba un delantal, una pluma y un corazón que no se rendía ni de espaldas, aunque el mundo se viniera abajo.
Yo admiro a esas mujeres de antes, de esa pasta y esa casta (porque eso si que era casta y no los cuentos que nos venden ahora)
Mi respeto, mi reverencia..y un abrazo sombrero en mano como se merece la ocasión

Miguelángel Díaz Díaz
22 de abril de 2025 19:17

¡Qué suerte, Miguel!
Tener una abuela así, con ese carácter, esa fortaleza y esa profundidad de convicciones. Me alegro mucho de que hayas dejado su huella en tu blog.
Un fuerte abrazo, tocayo 🙂

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