reto literario textos largos contra textos cortos

Reto literario: Los textos largos son mejores y El placer de escribir sin miedo

📖 Duelo Literario: ¿Largo o Breve? ¡Tú decides!

Dos escritores, dos estilos, un enfrentamiento épico.

🔹 Merche  domina el arte de la brevedad, donde cada palabra cuenta y una buena historia se puede contar en pocas líneas con maestría.
🔹 Tarkion  defiende la magia de los textos largos, esos que te atrapan y te sumergen en mundos llenos de matices.

🎭 ¿Quién tiene razón? Solo hay una forma de averiguarlo: leyendo ambos textos y votando en nuestra encuesta. ¡Únete al reto y elige tu bando!

📌 Vota aquí 👉Enlace a la encuesta.

📌Artículo de mi rival, Merche: Enlace.

El festín de los textos largos

Imagina que entras en un restaurante elegante. La música ambiental acaricia el oído, la iluminación es perfecta y el camarero se acerca con la solemnidad de un monje tibetano que acaba de descubrir el secreto del universo. Con la precisión de un cirujano, deposita en tu plato… un canapé microscópico.

Lo observas como si fuera una broma.

"Esto no puede ser el plato principal," piensas.

Pero el camarero asiente con una sonrisa de esas que solo puede permitirse alguien que cobra 300 euros por una cena donde sales con hambre.

Pues así son los textos breves. Aperitivos literarios que apenas logran calmar el hambre mental, un engaño del tamaño de una moneda de cinco céntimos, pero con menos valor nutricional.

En cambio, los textos largos son un festín de cinco platos, una orgía gastronómica donde cada párrafo es un bocado jugoso, cada metáfora una especia bien colocada y cada chiste un sorbo de vino añejo.

Aquí el lector se sienta, se relaja y se permite un placer casi subversivo: disfrutar sin prisas.


Por supuesto, Merche intentará venderte la idea de que los textos cortos son la clave, que nadie tiene tiempo, que vivimos en la era de la inmediatez y otras excusas de oficina.

Pero, ya puestos… También hay gente ocupadísima que se pasa cinco horas viendo una serie entera en Netflix sin pestañear, que maratonea vídeos de "10 datos sobre aguacates que NO creerás" y que puede perder media tarde en una discusión de Twitter sobre si los gatos deberían pagar impuestos.

Así que no, no es falta de tiempo.
Es falta de respeto por los textos largos.

Porque los textos largos no solo son mejores, sino que son el alma misma de la buena escritura.

Si la literatura fuera comida rápida, los textos cortos serían nuggets de pollo recalentados en microondas.
Los largos, un asado que lleva cocinándose desde el amanecer, con el fuego bajo y la paciencia de un maestro parrillero.


El mito de la brevedad: "La gente no lee"

Cada vez que alguien dice "la gente no lee", un bibliotecario en algún rincón del mundo siente una punzada en el alma, suelta una lágrima y un libro se suicida misteriosamente desde la estantería.

No es que la gente no lea, es que nos han entrenado como perros de Pavlov a consumir contenido fugaz, diseñado para deslizarse por nuestras pantallas con la solidez de una galleta mojada en café: rápido, sin resistencia y con el riesgo inminente de desmoronarse en cualquier momento.

Pero la realidad es otra.

Si de verdad la gente no leyera, los bestsellers no existirían y las librerías serían como los videoclubs: un recuerdo nostálgico de tiempos mejores.

Nadie se compraría libros de 800 páginas solo para usarlos como calzadores de mesas cojas o defensa personal contra ladrones.

El problema no es la lectura, sino la cultura del consumo exprés.

Los textos ahora compiten contra:

  • Gatitos en YouTube.
  • Reels de recetas que nadie hará nunca.
  • Gente cortando jabón con cuchillos de precisión quirúrgica.

Y, sin embargo, aquí estamos. Leyendo.

Porque al final, lo que atrapa no es la brevedad, sino el buen contenido.


Los textos largos como acto de rebeldía

Leer un texto largo en la era del contenido fugaz es un acto de resistencia, una declaración de guerra contra la dictadura de la inmediatez.

Es como entrar a un McDonald’s y exigir un cochinillo al horno con 12 horas de cocción.
Como negarte a usar abreviaturas en WhatsApp porque las palabras merecen respeto.
Como enviar un audio de 10 minutos y esperar que te respondan con otro igual de largo en lugar de un triste "ok".

Los textos largos son para los que se niegan a reducir su pensamiento a un eslogan.

Para los que todavía creen que una buena historia necesita espacio para respirar, como una pizza recién horneada que no se pliega en dos segundos como si fuera una servilleta barata.

Vivimos en un mundo donde la paciencia ha sido reemplazada por el "siguiente video".

La información se consume con la rapidez con la que se viraliza un bulo en Twitter y nos han convencido de que todo lo que dure más de 30 segundos es un atentado contra nuestra agenda imaginaria.


Pero leer un texto largo es un acto de desacato.

Es como cruzar en rojo cuando no viene nadie.
Como seguir usando signos de puntuación en internet cuando todo el mundo escribe como si las comas fueran un lujo innecesario.
Como responder a un "¿qué tal?" con una autobiografía en tres volúmenes en vez de un simple "bien".


Leer con calma es negarte a que tu cerebro sea un scroll infinito

Cada vez que decides sumergirte en una lectura extensa, estás desafiando el algoritmo, saboteando la cultura del titular, huyendo del TikTok mental.

Es como si cada palabra le dijera a las fuerzas del contenido rápido:
"No pasaréis."

Porque en un mundo que premia la velocidad, detenerse a leer es casi revolucionario.


Si nadie leyera, los bestsellers serían servilletas

Si algo realmente vale la pena, la gente se sumerge en ello sin mirar el reloj.

Nadie ha dicho jamás:
"Uf, qué fastidio, llevo tres horas atrapado en este libro increíble."

Más bien lo contrario.

Ahí están las sagas de fantasía de 800 páginas vendiéndose como churros en una feria medieval, con lectores que renuncian al sueño, la vida social y hasta la hidratación con tal de llegar a la siguiente revelación épica.

Si de verdad la gente no leyera, Stephen King estaría firmando servilletas en lugar de libros de 600 páginas como mínimo.

El tamaño no importa… si la historia engancha

La clave es sencilla: si el contenido es bueno, la longitud es irrelevante.

Nadie abandona un thriller trepidante en la página 100 diciendo:
"Uf, esto es demasiado interesante, mejor lo dejo aquí."

Nadie se mete un bocado de un asado espectacular y dice: "Uff, esto tardó 48 horas en cocinarse, mejor lo dejo". Si alguien lo hace, merece ser desterrado a la isla del puré instantáneo.

Lo mismo pasa con los artículos bien escritos: si atrapan al lector, este se queda hasta el final por voluntad propia, sin necesidad de cadenas, amenazas o promesas de galletas gratis.

(Aunque, admitámoslo, unas galletas nunca vienen mal).


No es la extensión, es la calidad (y las ganas de escribir algo decente)

Así que no, el problema no es la extensión.

El reto no es escribir corto, sino escribir bien.

Y eso, amigo lector, requiere espacio, contexto y palabras suficientes para hacer justicia a las ideas.

Porque si escribir fuera solo cuestión de brevedad, los mejores libros de la historia cabrían en un post-it.

Y no sé tú, pero yo prefiero un buen libro a un post-it.


Los textos largos crean experiencias, no solo información

Vivimos en la era de la inmediatez, donde todo se mide en likes, scrolls y contenido de 30 segundos.

El mundo digital parece diseñado para que nuestra capacidad de atención dure lo mismo que la de un pez dorado con déficit de concentración.

Pero en medio de este caos fugaz, la lectura profunda es un placer casi subversivo.


Si Homero hubiese tenido TikTok, la Odisea sería un GIF

Leer con calma es como dejar que un buen vino respire antes de beberlo.

Las metáforas necesitan espacio para desplegarse.
Los argumentos requieren precisión y paciencia para construirse.
Y las ideas, cuando se les da margen, pueden transformar la manera en que vemos el mundo.

Imagínate a Homero, en plena escritura de La Odisea, recibiendo una notificación en su móvil:
"Demasiado largo, reduce a un hilo de Twitter."

Adiós dioses.
Adiós sirenas.
Adiós diez años de viaje.

Odiseo solo habría mandado un emoji de barco seguido de otro de llanto, y fin.

Pero la literatura no funciona así.

Las grandes historias, los textos que nos absorben y nos dejan marca, necesitan espacio para respirar.


Los textos largos son realidades paralelas donde puedes perderte

Los textos largos ofrecen un nivel de inmersión que los textos breves simplemente no pueden igualar.

Son universos, no bocetos.

Puedes crear un mundo, levantar sus cimientos, pintar sus cielos, poblarlo de personajes que piensan, sufren y evolucionan.

Puedes construir una atmósfera tan tangible que casi puedes oler la brisa salada de un puerto o sentir el peso de la incertidumbre en un callejón oscuro.

Los textos cortos son como trailers: sugieren, insinúan, pero rara vez dejan huella.

Son un guiño en la multitud, un mensaje en una botella lanzado al océano de la distracción.


En cambio, los textos largos son una travesía.

Una inmersión en lo profundo.
Cada palabra cuenta.
La narrativa te atrapa.

Y cuando llegas al final, sabes que has vivido algo.

El poder de la narrativa (y por qué los textos largos la dominan)

Aquí es donde entra en juego el storytelling, esa alquimia literaria capaz de transformar palabras en imágenes, frases en emociones y párrafos en auténticas experiencias.

Porque la narrativa no se trata solo de contar, sino de transportar.

De construir un puente invisible entre lo que se escribe y lo que se siente.


¿Te imaginas a Tolkien resumido en un post-it?

El storytelling necesita espacio, como un buen vino necesita tiempo o un chiste necesita su remate inesperado.

Los grandes relatos, las historias que nos marcan, no caben en tres párrafos.

Sería como intentar contar El Señor de los Anillos con un:

"Frodo llevó un anillo, hubo problemas, lo tiró al fuego. Fin."

No, amigo mío. La magia está en el viaje.

En las curvas del camino.
En los diálogos aparentemente triviales que, sin que te des cuenta, hacen que te encariñes con ese personaje secundario que luego echarás de menos.

Un texto largo tiene el espacio necesario para que el lector entre en la historia, para que se siente, se quite los zapatos y se deje llevar por el ritmo.

No es solo información.
Es una invitación a quedarse un rato.

Es la diferencia entre recibir un folleto turístico y perderse por las callejuelas de una ciudad desconocida, dejándote sorprender por cada esquina.


Los textos largos son viajes sin prisa (y sin billete de vuelta)

Un buen artículo extenso no solo informa, sino que convierte la lectura en un viaje.

No un viaje exprés, de esos donde solo sacas una foto rápida y te largas.

No.

Aquí hablamos de un viaje de los buenos.
De esos en los que te detienes en cada parada, pruebas la comida local, aprendes un par de frases en el idioma y, cuando finalmente vuelves a casa, no eres la misma persona que partió.


¿Y acaso alguien quiere que su viaje dure solo dos minutos?

Sería como si te invitaran a la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka y solo te dejaran ver la entrada.
O como si fueras a un concierto de tu banda favorita y se marcharan tras tocar los primeros acordes.

Lo bueno necesita tiempo.

Y un texto largo ofrece justo eso: una experiencia completa, de principio a fin, sin atajos ni resúmenes apresurados.

Y mientras nosotros disfrutamos de un festín literario, llega Google con su calculadora y nos pide más platos.


SEO y la economía de la atención: Google quiere que escribas hasta que te duelan los dedos

Google es como ese jefe que te pide un informe de tres páginas y, cuando se lo entregas, te dice:

"Hmm, interesante, pero agrégale 50 gráficos, una línea de tiempo desde la Edad Media y un análisis comparativo con datos de la NASA."

Escribe 300 palabras y Google te dará una patada digital hasta la página 27, donde solo sobreviven recetas de col y foros olvidados de 2003.

Si escribes 2,000 palabras, entonces sí, te deja existir.

Pero no te emociones demasiado, porque si la gente no pasa suficiente tiempo en tu artículo, Google asume que eres más aburrido que leer los términos y condiciones de iTunes y te lanza al abismo digital sin piedad.


Diálogo con Google: La pesadilla del escritor moderno

Escritor: "Aquí está mi artículo, 800 palabras, bien explicado, claro y directo."
Google: "¿800 palabras? JAJAJA. ¿Es una servilleta de restaurante?"
Escritor: "Pero… es conciso y útil."
Google: "Útil sería si me contaras la historia completa del universo antes de responder la pregunta."
Escritor: "Pero es sobre cómo hervir un huevo…"
Google: "Exacto. Quiero 3,000 palabras sobre la domesticación del pollo, la evolución del fuego y el impacto del huevo en la economía mundial antes de siquiera mencionar el agua hirviendo."
Escritor: "…"

Google no quiere respuestas claras y concisas.
Google quiere un testamento.

Si pudieras tatuar el contenido en la piel de un mamut y aún te quedara espacio para más texto, ahí sí estarías optimizando para SEO.


Así que la próxima vez que alguien te diga que la longitud no importa, enséñale las reglas del juego:

Para Google, si tu texto no parece el prólogo de una enciclopedia, simplemente no existes.

Conclusión: Si vas a escribir, hazlo sin miedo (ni recortes innecesarios)

La brevedad tiene su mérito. Lo mismo que un café descafeinado o una siesta de tres minutos: en teoría, cumplen su función.

Pero en el fondo, sabemos que no es suficiente.

Si los grandes escritores hubieran sido esclavos de la inmediatez, hoy tendríamos títulos como:

  • Cien años de cositas que pasaron
  • El Quijote: Un tipo que vio cosas
  • Crimen y castigo (pero rápido, que me tengo que ir)

Y eso, amigos, no es literatura.

¡Eso es un desastre!


Los textos largos son el hogar de las buenas ideas (y de los que no temen desarrollarlas)

Porque el pensamiento necesita espacio.

No puedes explicar una gran idea en dos frases sin que pierda el alma.

Es como intentar contar El Padrino en un tuit:

"Mafia. Problemas. Boda. Cabeza de caballo. Más problemas. Se acabó."

¿Funciona? Técnicamente, sí.
¿Es la historia que nos atrapó? Ni en sueños.

Un texto largo no es una prisión.
Es un viaje, una conversación, un laberinto donde te metes porque quieres ver hasta dónde llega.

Y ahí está el truco: nadie abandona algo que de verdad lo tiene enganchado.


Prueba definitiva: el remate al argumento de los textos breves

Es posible que mi despiadada rival intente convencerte de lo contrario.

Que te diga que los textos largos son innecesarios, que "la gente no tiene tiempo", que "el mundo ha cambiado".

Mentira.

Prueba definitiva:

Si realmente nadie quisiera leer textos largos…

¿Por qué hay manuales de lavadora de 800 páginas?

Exacto.


Bienvenido a la resistencia literaria: si estás aquí, eres parte de la élite

Los textos largos siempre han estado ahí y siempre estarán.

Porque cuando algo es bueno, la gente se queda.

La gente lee.

Y la gente, aunque lo niegue, ama una buena historia bien contada.

Así que ya lo sabes: si vas a escribir, hazlo sin miedo.

Porque las mejores historias nunca se han contado en pocas palabras.

Y si has llegado hasta aquí, felicidades.

Has demostrado que eres de los nuestros.

Que no te asusta leer.

Que aún crees en las ideas bien desarrolladas, en el placer de una historia completa, en la magia de las palabras bien usadas.

Eres parte de la resistencia contra la inmediatez.

Del selecto grupo de lectores que no necesita que todo sea un resumen de 15 segundos.


Bienvenido.

La Hermandad De Los Textos Largos Te Saluda.

Banner de bloguers.net
Por si crees que a alguien más le gustaría.

Publicado

en

,

por

Etiquetas:

Suscribir
Notificar de
guest
7 Comentarios
Anteriores
Recientes Más votados
Opiniones integradas
Ver todos los comentarios
Mercedes Soriano Trapero
25 de febrero de 2025 07:49

Hola, Miguel, jajajajajajaja, me ganas en palabras, metáforas, imágenes chulas y humor, si es por eso, arrojo el guante y me declaro perdedora y un aplauso para ti por escribir tan bien (aunque sea largo, muuuuuy largo). Tu artículo se lee con una sonrisa de oreja a oreja de principio a fin, así es imposible resistirse, que quieres que te diga. De todas formas, mi teoría cae por su propio peso: la brevedad por los siglos de los siglos (eso sí, en los artículos de los blogs, ya en los libros, esa es otra historia).
En fin, compañero de duelo, a ver qué decide la audiencia. Alea iacta est. El perdedor invita a palabras al ganador (jajajajaja).
Un abrazo. 🙂

Cabrónidas
25 de febrero de 2025 15:45

Intuyo que de pactar un empate, nada de nada, ¿no?:))

Mercedes Soriano Trapero
Responder a  Cabrónidas
26 de febrero de 2025 07:29

Ay, Cabrónidas, no te reconozco, tanto en el comentario de mi blog como en el comentario a Miguel. Tú no sueles ser neutral, debe ser que aquí te hemos pillado en punto muerto. Es cierto que no se puede generalizar y que cada género e, incluso, cada libro tiene su "cuerpo". Pero refiriéndonos a un artículo de un blog, por ejemplo, como así lo he expuesto en mi entrada, siempre debe primar la brevedad, que no por ser breve tiene que ser simple, ni mucho menos…
En fin que no he podido evitar contestarte, he entrado para "cotillear" los comentarios de mi "rival" y te he visto…
Un abrazo. 🙂

Miguelángel Díaz
Miguelángel Díaz
15 de marzo de 2025 11:38

Me encanta tu defensa de los textos largos y los argumentos que utilizas, tocayo.
En el fondo, lo importante de verdad es lo que se cuenta, el interés que tenga, la validez de los argumentos y razonamientos y que te enganche. Y muchas veces sólo se consigue desarrollando en profundidad en tema que se trata y no quedándose en la superficie.
Aunque hay temas y ocasiones en que interesa la brevedad y concisión, sin dar más vueltas al mensaje o la historia, me quedo con esos textos largos que enganchan.
Un fuerte abrazo 🙂

7
0
¿Te animas a comentar? Tu voz suma en este espacio.x