No sé si a ti también te pasa, pero yo nunca he sentido que se me acaben las palabras. Incluso en los días más torcidos, algo dentro de mí sigue empujando por salir, por nombrar lo que me arde o me sostiene. Pero lo que no esperaba era encontrar un espacio tan sincero para volcarlas… ni una comunidad como esta, que me acogiera con tanto calor.
Lo digo sin dramatismos ni florituras: la comunidad de bloguers ha sido un regalo. Uno de esos que no planeas, pero que te cambia la rutina, los días, y hasta la forma de entender esto de escribir en red.
Llevo un par de días arrastrando el cuerpo, sin fuerzas para mucho. Me frustra no poder responder como me gustaría a todos los que estáis por aquí dándome tanto cariño. Y me sabe mal, de verdad. Os sigo leyendo, siempre que puedo, aunque sea a otro ritmo. Y poco a poco, en los próximos días, me iré poniendo al día con vuestras lecturas, respuestas y comentarios. A muchos ya os llamo compañeros, amigos y confidentes en mi cabeza, cuando pienso en todo lo que estamos compartiendo, y esa conexión es la mejor medicina para estos días más lentos.
Cuando uno lleva tanto tiempo dependiendo del cuerpo, del dolor, del cansancio constante, termina por descubrir que las palabras —esas que parecen tan ligeras— pueden pesar como un abrazo o curar como una risa inesperada. Y eso es lo que me regaláis. Una complicidad que trasciende el simple hecho de escribir o comentar en un blog.
Quizás por eso me hace tanta ilusión ver cómo, entre todos, también le damos vida a cosas nuevas. Como el certamen de relatos que lancé hace unos días en IAdicto Digital. Cada texto que llega es un universo que se despliega, una puerta que se abre. Me emociona de verdad. Quizás ahora mismo estoy un poco más sensible de lo normal…
Ojalá se sume más gente, no por cifras ni por visibilidad personal (como decía mi abuela: No me trae hoy aquí la vana mira/
de alcanzar, con mis versos, sol o luna…), sino porque cuantos más seamos, más conexiones nacerán entre blogs, más lecturas cruzadas, más descubrimientos inesperados. Gente que no se conocía y se encuentra, que se lee por primera vez y se queda. Eso, para mí, es lo más valioso. Os invito a participar en el Tintero de oro, en el Vadereto de nuestro compañero José Antonio, en los retos de Alianzara, de Cristina Rubio. En todos ellos, y más a los que aún no me acercado, vive eso que os cuento: conocernos, establecer nuevas conexiones, aprender unos de otros, compartir nuestras vivencias y emociones. Eso no tiene precio, ¿verdad?
Y claro, más allá de la ilusión que me hace diseñar un blog para alguien que lo reciba con ganas, lo que de verdad me llenaría sería ver que esta pequeña locura ha servido para eso: para entrelazar voces, para que alguien encuentre un blog nuevo y diga “aquí quiero quedarme”, para que se abran puertas donde antes no había más que silencios.
Si todo eso ocurre, si florecen nuevas conexiones entre quienes escribimos, entonces no será difícil imaginar futuras convocatorias. No lo digo como un objetivo ni como un plan a largo plazo, sino como algo que ojalá ocurra solo, porque se siente bien, porque vale la pena seguir caminando juntos.
Y oye, gracias de corazón a quienes estáis compartiendo la convocatoria, recomendándola, hablándole a alguien de esto. Puede parecer poca cosa, pero no lo es. Son gestos que hacen comunidad, que la hacen crecer y latir.
Y ahora, si me lo permitís, cierro esta carta con un poema. Uno sencillo, escrito con las pocas fuerzas de hoy, pero con todo el corazón. Inspirado en el relato de Merche, con mi agradecimiento hacia ella también por participar.
Poema final para todos los blogueros
En tiempos donde el mundo se deshace,
y el instante fugaz, moneda vana,
hay quien enciende faros en la bruma:
vosotros, blogueros. Voz que eterniza.
No sois perfiles, ni cifras, ni tráfico.
Sois pulso en las teclas, ternura en los márgenes,
cómplices mudos de noches que arden,
compañeros fieles de rutas salvajes.
Nos une un idioma sin mapa ni tiempo:
el de párrafos que suturan heridas,
el de frases que miran de frente
y susurran: “Sigue. Aún estás con vida.”
¿Y si no se tratara de vencer,
sino de resistir con tinta encendida,
de escribir aunque caiga el sistema,
aunque el mundo se apague… sin despedida?
Porque eso somos.
Una resistencia de letras abiertas,
una alianza de nombres dispersos
que se abrazan —sí— en cada palabra.
Gracias por ser luz cuando a veces todo es sombra.
Nos leemos. Nos sostenemos. Nos encontramos.

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