Cuando Blogger parecía una buena idea (pero no lo era)
Cuando decidí empezar un blog, mi lógica fue simple: “Voy a probar con algo sencillo y gratis, sin complicaciones, algo que no me haga perder la cabeza antes de saber si esto me va a ilusionar”. Algo así como mojarse los pies en la piscina antes de tirarse de cabeza.
Y ahí, amigos y amigas, cometí el error.
Elegí Blogger.
No me tomé el tiempo de investigar. No comparé opciones. No leí experiencias de otros usuarios. Simplemente asumí que, al ser de Google, debía ser una opción segura. Craso error.
Blogger es… bueno, es gratis. Y hasta ahí llegan sus ventajas. Porque en cuanto intentas hacer algo más que escribir en una plantilla prediseñada y cambiar un par de colores, su código entra en crisis existencial como si acabara de descubrir que vive en una simulación.
Pequeños cambios, grandes desastres
Al principio, todo parecía ir bien.
Hice un pequeño ajuste en el diseño y, de repente:
✅ Los títulos desaparecieron. (Porque claramente nadie necesita leer.)
✅ Los botones decidieron independizarse. (Adiós, navegación.)
✅ El fondo se convirtió en un festival de glitches. (Ideal si buscabas un efecto psicodélico involuntario.)
Era como si Blogger me susurrara: “No toques nada. No pienses. No intentes ser creativo. Solo escribe y cállate.”
Y, la verdad, yo nunca he sido de los que se quedan callados.
El código que se derrite
Personalizar Blogger: ¿Qué puede salir mal? Todo.
Si alguna vez has intentado personalizar Blogger, sabes de lo que hablo.
Blogger es como un castillo de naipes: parece estable hasta que tocas la carta equivocada y todo se desmorona en cámara lenta.
Pensé, con el optimismo de quien cree que un problema de software se soluciona reiniciando: “Seguro que es fácil de arreglar”.
Cada intento de arreglo fue como apagar un fuego con gasolina. Modifiqué un margen y la cabecera desapareció. Ajusté un color y los textos huyeron al vacío. Moví un padding y, de repente, mi blog dejó de parecer un sitio web para transformarse en un documento de Word de 1998.
El silencio incómodo de Blogger
Busqué ayuda en la documentación oficial. Nada.
Busqué tutoriales. Nada útil.
Pregunté en foros. Respuestas de 2012.
Y ahí lo entendí: Blogger no quería que lo personalizara. Blogger quería que me rindiera.
Así que tomé una decisión: o salía de ahí ahora, o pasaba mis días atrapado en un limbo de HTML inestable, con un blog que cada vez se parecía más a una página web de 1997.
Sin plugins, sin opciones, sin alma
Blogger y las grandes promesas que nunca cumplió
Aún intenté engañarme a mí mismo.
“Bueno, seguro que tiene opciones para mejorar el SEO.” No.
“Vale, al menos tendrá plugins para ampliar funciones.” Tampoco.
“Seguro que puedo hacer algo más allá de elegir entre 10 fuentes que parecen sacadas de WordArt.”
Ahí fue cuando lo acepté: Blogger era lo que era. Una plataforma atrapada en el tiempo.
Si querías hacer algo más que escribir y cambiar un par de colores, te miraba con desprecio y susurraba: “Cálmate, no necesitas tanto.”
La gran huida: corriendo sin mirar atrás
"En casa de herrero, cuchara de palo"
Voy a ser sincero: la culpa fue mía.
Si me hubiera informado bien, si hubiera hecho una mínima investigación, si hubiera recordado mis propias experiencias con gestores de contenido… no habría caído en la trampa de Blogger. Pero no.
Eso sí, no tardé demasiado en darme cuenta del error. Estuve en Blogger medio mes, y la mitad de ese tiempo ya la pasé diseñando mi nuevo blog en WordPress. Así que lo de “huida” no es una exageración: fue una escapada exprés, sin despedidas, sin mirar atrás.
Cuando vi que aquello no tenía remedio, tenía dos opciones:
🔹 Hacer como que todo estaba bien (nivel experto en autoengaño, ese en el que finges que todo va según lo planeado mientras tu blog se desintegra en tiempo real).
🔹 Salir corriendo antes de que fuera demasiado tarde.
Elegí la segunda.
Corrí. Corrí como quien huye de una casa embrujada. Como quien borra un mensaje antes de que llegue el doble check azul. Como quien abre la puerta del microondas justo antes de que suene el pitido.
Corrí directo a WordPress, mi viejo amigo, mi refugio, mi salvación.
La redención en WordPress
No es solo WordPress, también es un buen hosting
Aquí es donde hay que ser justos. No estaba comparando Blogger con un WordPress recién instalado sin optimizar.
No, esta vez compré mi propio dominio y contraté un hosting de calidad. Porque si iba a hacer esto bien, quería hacerlo de verdad.
Y la diferencia se notó desde el primer momento.
Cuando llegué a WordPress, fue como volver a casa después de un viaje desastroso. No preguntó dónde había estado, no me juzgó por haber probado cosas nuevas, simplemente me abrió la puerta y me dejó entrar.
Y no, no me puse a buscar temas premium ni a comparar plantillas con más configuraciones que el panel de control de una nave espacial. No estaba para eso.
Solo quería algo sólido, funcional y que no explotara si decidía cambiar un color.
Así que fui a lo seguro: el Twenty Twenty-Three.
Minimalista. Ligero. Confiable.
El poder de la personalización (sin que todo arda en llamas)
Lo primero que hice fue crear un child theme, porque si algo tengo claro es que quiero meter mano sin miedo.
Aquí sí podía editar el functions.php
y los estilos sin temor a que me parta un rayo. No había códigos frágiles ni advertencias de "no toques esto si no sabes lo que haces" porque, sorpresa, ¡sí sé lo que hago!
En Blogger, en cambio, abrir el código era como jugar a la ruleta rusa con un revólver sin cámaras vacías. O como entrar a una cueva oscura con un cartel que dice "peligro" y pensar que todo va a salir bien.
Apunte: no salía bien.
Lección aprendida
Así que sí, Blogger y yo tuvimos nuestra historia. Fue breve, confusa y llena de arrepentimientos. Como esas relaciones que empiezan con un “a ver qué pasa” y terminan con un “mejor no hablemos de esto nunca más”.
Pero de todo se aprende. Y si algo saqué en claro de esta aventura es que cuando has probado WordPress con un buen hosting, ya no vuelves atrás.
¿Y los comentarios?
Si hay algo que me fastidia de esta huida, es los comentarios que podrían quedarse atrás.
No fueron cientos, pero cada uno tenía su valor, porque para mí, un comentario no es solo un puñado de palabras en una caja de texto. Es un diálogo.
Es ese momento en el que dos personas se cruzan, comparten algo que les une, intercambian ideas sin pedir nada a cambio. Es lo que transforma un blog en algo más que una página con texto: una conversación libre y desinteresada.
Por eso, voy a intentar recuperarlos. SQL en mano, me lanzaré a rescatarlos como un arqueólogo digital, sabiendo que no son simples datos, sino pedazos de una charla que merece seguir existiendo.
¿Lo lograré? Quién sabe. Quizás todo salga bien, quizás Blogger decida ponérmelo difícil y me obligue a asumir la pérdida.
Pero si alguna vez me comentaste en Blogger, que sepas que no me olvido de ti. Puede que la plataforma haya cambiado, pero intentaré que esas palabras no se pierdan en el limbo digital.
Y si tú también estás pensando en migrar, no te preocupes, que no estás solo. Si necesitas consejo, puedes preguntarme lo que quieras. Y si el tema del redireccionamiento te quita el sueño, JulianH, el administrador de Bloguers.net, lo pone fácil y siempre está dispuesto a echar una mano.
¡Bienvenidos, compañeros y compañeras de Bloguers.net!
Y ya que estamos en estrenos, quiero dar la bienvenida a los amigos y amigas de Bloguers.net.
Si has llegado hasta aquí, gracias. Gracias por pasarte, por leer, por comentar, por compartir o simplemente por haber aguantado esta historia sin huir despavorido.
Hoy empiezo algo nuevo. Algo que, por fin, tiene un código que no se desmorona si lo miro fijamente.
Así que acomódate, ponte cómodo, y siéntete en casa.
Ahora sí, esto empieza en serio.
¿Te ha gustado esta entrada?
Deja una respuesta